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• °41° •

Damon y yo avanzamos lentamente hacia mi casa luego de un día de estar atrapando sapitos en el parque, el sol empezaba a ocultarse detrás de los árboles, y las sombras de los faros se alargaban.

Mientras íbamos caminando en medio de la calle, el pie de Damon involuntariamente pateó una botella de cerveza vacía.

--A veces me pregunto si debería volverme alcohólico... significa que siempre tendría algo qué hacer...--

A veces aparece el humor delirante de Damon, con interpretaciones del entorno que me hace incomodar. 

Me quedé pensante, al oír sus palabras.

--¿Tú qué haces cuando no estás conmigo?--

Damon se giró hacia mí, su expresión era grave, él vaciló antes de responder.

--Algún día te lo diré, ahora no es el momento...--

Asentí, tomando una respiración profunda.

A la par de seguir caminando, metí las manos en los bolsillos de mi pantalón, para agarrar la cajetilla de Damon. La abrí y sostuve el último cigarrillo que había.

Él me vió y de su abrigo, sacó su mechero. Damon encendió el cigarro mientras lo tenía en la boca, con el sabor amargo de la nicotina persistiendo en mi paladar.

El aire al anochecer es húmedo, y en el cielo lejano ya asoman algunas estrellas. No podía esperar para que el cielo se ponga oscuro por completo para poder ver plenamente su belleza.

No podía pensar en palabras para describir estas estrellas que comenzaban a reducir...

Aunque el objetivo era ir a mi hogar, Damon optó por darse un recorrido por algunos árboles de la vereda.

Reí al verlo trepar los árboles para investigar si había algo interesante, mientras arrojaba el cigarro al suelo.

Él estuvo así hasta que encontró una ardilla bien pequeña en una de estas.

Damon corrió hacia mí con sus manos guardando el animalito, y una vez me tuvo enfrente, solté un suspiro de alivio y felicidad.

--¡Que ardilla más chiquita! ¿Puedo tocarla?-- chillé de emoción al verla descansar en las palmas de él, estaba cubriéndose la carita con la cola.

Damon hace un rápido movimiento de cabeza y una media sonrisa.

--Sí, William...--

Con mi dedo toqué su pelaje, acaricié su cabecita y su cuerpecito, chillé de ternura por lo linda que era esta ardilla.

--¿Y hace caquita?--

Damon se rió un poco por mi comentario.

--Claro...--

--¡Ay! ¡Pero que bonito!--

Luego de esto, Damon me la asomó más.

--¿Quieres sostenerla? --

Abrí los ojos de los nervios al escuchar su petición.