Capítulo 24: Los hijos de Midas

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Helena literalmente nos había echado de su carro sin miramientos.

Una vez que se hubo marchado,
John y yo caminamos hacia el ascensor sin decir nada pero mirándonos de reojo en varias ocasiones.

Apenas entro al apartamento voy hasta el sofá y John se sienta en el sillón de en frente.

Me muerdo el labio mirándole directo a los ojos, mientras mi mente se ocupaba de colocar las ideas en orden.

- Lo siento -dejo salir el aire en mis pulmones y vuelvo a tomar aire llenando toda mi caja torácica para organizar mis ideas-. Siento mucho haber echado a la basura todo lo que has hecho por mí, haber olvidado que cuando me encontré sola y en peligro tú estuviste allí para mí, incondicionalmente.

John junta sus cejas y sus labios se separan un poco.

- Pero siento pánico, John, es algo que está enterrado en lo profundo de mi cerebro -continúo- porque no puedo explicarlo sólo está ahí, helando mi piel, contrayendo el músculo de mi corazón y apretando mis pulmones. La caza ... sé que puede ser brutal tal como lo son quienes la realizan.

No tengo ni idea de lo que pasaba por la mente de John. Está mirándome con expresión seria.

Me muerdo el labio y espero a que él me diga cualquier cosa.

-- Soy el hijo de un asesino, es natural que me temas, somos su peor pesadilla -su voz sale pareja, controlada y sin un atisbo de incomodidad -. Tu mente está en blanco, así que tú instinto está haciendo todo el trabajo por tí. ¿Por qué no habrías de dejarte guiar por él?

Busco dentro de las ideas en mi cabeza la mejor respuesta a esa pregunta, solo tengo una.

- Porque siento que de alguna manera he llegado a amarte. Tú no eres como ellos.
¡Tu me salvaste de ellos! eso debe ser suficiente para que mí corazón obligue a mi cerebro.

- Espera - John se levanta del sillón y viene hasta mí, arrodillándose en frente, pestañeando rápido- ¿Has dicho que me amas? ¿Aún sabiendo quién soy?

Asiento con nerviosismo.

- Si, creo que eso es lo que estoy sintiendo. Yo solo...

Me besa repentinamente.

John corta mis palabras con un beso. Sus labios presionados con fuerza sobre los míos, solo así, por unos segundos.

Luego los separa lentamente haciendo una inspiración sonora para luego apoderarse con un suave apretón de mi labio superior.

Mientras me besa siento como si todo sentimiento negativo me abandonara. Un beso lento pero dominante, reclamando mis labios como suyos y borrando todas las palabras que pudieron herirlo.

Instintivamente llevo mis manos a su cuello y me pego más contra su cuerpo, su lengua dibuja mis labios haciendo que mi pulso se acelere, lo que parece complacerlo porque su respuesta física es evidente.

Soy una tonta por escandalizarme con algo completamente normal ante la forma en que nos estamos besando.

Sin apartar sus labios de los míos, desliza mi chaqueta hasta dejarla caer al suelo dejando mis brazos descubiertos. Su tacto en la piel desnuda de mi cintura hace erizar los vellos de mi cuerpo.

Es sutil la forma en que mueve sus manos para acariciarme pero logran un efecto que hace que el oxígeno a mi alrededor escasee.

Cuando presiona su masculinidad contra mí, coloco mis manos en su pecho e imprimo un poco de fuerza para apartarlo y así dejarle entender que no estoy preparada para ir más allá.

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