Capítulo 12: Lágrimas

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Alysha

Destellos dorados...

Oscuridad...

Chispas de fuego crepitantes...

Oscuridad envolvente.

No tienen calor, no queman. Los destellos proceden de mí, son parte de mí, no me dañan.

¿Me he quedado dormida? no recuerdo haber ido a la cama. No recuerdo la última cosa que hice. Un vacío infinito y me encuentro sola en la oscuridad.

¿Floto? ¿caigo? No puedo palpar nada.

Entonces, soy consciente de mi cuerpo, consciente de mi esencia contenida. Piel, huesos y músculos, músculos que duelen, cuerpo que pesa.

Intento moverme sin conseguirlo. Intento nuevamente, una y otra vez. No puedo rendirme y permanecer en la oscuridad,  quiero ver lo que hay más allá ¿A dónde van mis destellos?

Éste no es mi lugar,  puedo sentirlo. Yo no pertenezco aquí.

Me llega un dulce susurro diciendo que luche por despertar y me confirma que estoy en lo cierto. No puedo quedarme.

— Estoy empezando a considerar que lo que necesitas es un beso de amor verdadero —Una risita cantarina se cuela por mis oídos  y siento mi cabello siendo cepillado— ¡eres una pícara! —sigue riendo hasta que su risa se convierte en un sollozo— Por favor,  hija, despierta.

Silenciosa oscuridad ...

Mis destellos están contenidos. Las chispas no están. Las necesito para ver mi camino.

...

Siento una suave caricia que baja desde mi brazo hasta la palma de mi mano, es como un clic de encendido,  como si hubiesen oprimido un botón de actividad.

Alguien ha abierto la puerta de mi encierro y por fin obtengo lo que busco, allí está la luz, y ahora que la veo, veo el principio.

Con gran esfuerzo quito el velo en mis ojos y la luz se filtra a través de ellos en un resplandor brillante. Pestañeo varias veces mientras se adaptan al cambio.

La garganta me duele al pasar saliva. Paso la lengua por mis labios humedeciéndolos un poco y aprisiono entre mis dientes el labio inferior, respiro profundo y continuo el proceso.

Muevo los dedos de mis manos y olfateo en el aire el olor a la fragancia de las flores.  Miro a mi alrededor sintiéndome abrumada: paredes blancas, cortinas blancas, una mujer durmiendo en un sofá de color beige, unas flores azules sobre una mesilla.

«¿Dónde estoy?»

Escucho un bip procedente de una máquina que jamás había visto y mis ojos se entornan en ella, sigo el camino de los cables conectados, llegan a mi brazo, al igual que una delgada manguera, entonces noto que hay cables pegados a mi pecho.

¿Qué me ha sucedido? mis latidos se hacen más fuertes y aceleran su ritmo y la extraña máquina se unió al compás con estruendo.

La mujer que estaba dormida abre los ojos como platos en mi dirección e inmediatamente se levanta. Se apresura en llegar hasta mi cama encerrándome en un abrazo. El llanto le hace estremecer, y luego lo hace su risa.

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