Capítulo 38

51 15 8
                                    

— ¿Estamos cerca, verdad?

Pregunté al sentir en mi cuerpo una sensación extraña que parecía avivarse entre más nos acercábamos a dónde sea que me llevara. Mis manos hormigueaban pero no sentía mi poder pidiendo salir, era más bien... reconocimiento.

Mi cuerpo sabía que Frigia estaba cerca, John tenía razón. Pero, ¿Por qué John podía sentirlo y los otros Ór-hunters no?

— ¿Lo sientes? —Me dio una mirada de reojo y volvió a mirar al frente— la primera vez que vine enfermé y tuve que marcharme casi de inmediato; la vez siguiente, volví a enfermar pero me resistí a marcharme y luego de unos días no solo mejoré, me sentía como una batería recargada hasta el tope.

» Desde entonces he sentido curiosidad por esta zona, aunque...desde el aire sólo se ve una extensión de bosque inhabitable. Sé que hay algo más. Recorrí el laberinto de caminos en la subida y siempre regresaba al mismo punto de partida, he llegado a creer que hay magia implicada en todo esto. Así como pasa con tú don, no puedes usar la ciencia o la tecnología para explicar lo que puedes hacer.

John detuvo el carro frente a una pequeña casa de madera que no era ni sombra de la cabaña en Montpellier.

Como de costumbre, me abrió la puerta y me ayudó a bajar. Volví a enfocar mi mirada en la casa, el techo a dos aguas, paredes de tablas clavadas horizontalmente, puerta y ventana rústica, y maleza alrededor. Nos dirigimos al interior y ésta se veía aún más pequeña desde adentro, una sola pieza provista con una mesita cuadrada y cuatro sillas sobre ella, todas cubiertas por una gruesa capa de polvo y telarañas. Pegado a la pared había un armario con comida enlatada, botellas de bebidas y lo que al parecer eran cobijas protegidas dentro de bolsas de plástico, y junto a la ventana con persianas de madera se encontraba una cama pequeña con cobijas térmicas.

Dejé de examinar el lugar y miré hacia John, quien se encontraba observándome atento.

— Siento haber tenido que traerte hasta aquí, creo que el motel de mala muerte tenía mejor pinta que este lugar pero...

— ¡No!, no me molesta, es... algo inusual — sonreí para suavizar la situación— digamos que, le hace falta el toque femenino y eso puedo solucionarlo.

Me dedicó su hermosa sonrisa ladeada y las piernas se me hicieron gelatina. Cada vez que sonreía de esa forma, mi estómago era un revoltijo se sensaciones.

Di vuelta antes que viera mi sonrojo y bajé una de las sillas para colocar allí mi mochila.

— Hay que conseguir agua que se pueda utilizar para limpiar un poco, creo que si vamos a estar varios días aquí lo mejor es apresurarnos con
eso —me quité la chaqueta—. También necesitamos desayunar y... — pasé un dedo sobre la mesa remarcando lo obvio.

— Tenemos un pozo de agua dulce en la parte de atrás de la casa —fue al armario y trajo unas toallas de mano— podemos usar éstas para quitar el polvo. Voy por el agua.

***

Dando por terminada la jornada de limpieza serví jugo de naranja en un par de vasos y abrí un paquete de papas fritas. Observé el rostro de John y bajo sus ojos tenía unas pronunciadas ojeras oscuras, tenía que estar extremadamente agotado y aún así no se quejó ni un momento. Tragó hasta vaciar el contenido en su vaso y él mismo se sirvió más, lo observé mientras mastiqué sonoramente un puñado de papas.

Me levanté y puse rápidamente cobijas limpias sobre la cama.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó frunciendo el ceño viéndome improvisar unas almohadas.

— Lo que ves, vas a dormir ahora mismo y no discutas.

— No tengo sueño.

— No me obligues a usar la fuerza —intenté mostrarme ruda.

— Me encantaría ver eso —cruzó los brazos en su pecho— necesitaras algo mejor que usar la fuerza para obligarme a ir a la cama, Lys.

— ¿Tratas de atemorizarme? Siento decirte que no funcionará, métete a la cama y duerme —di un paso hacia él— Aprendí alguno de tus movimientos ninja y no dudaré en usarlos.

Comenzó a reír.

— ¿En serio crees que tienes una oportunidad antes que te derribe?

Caminó en mi dirección. Di un paso hacia el lado para no estar interponiéndome entre él y la cama, pero, él hizo el mismo movimiento que yo y quedó frente a mí.

Abrí mi boca tratando de pronunciar palabra pero mi voz no salió.

¿Por qué tenía que volverme idiota cuando John estaba así de cerca?

Se acercó en un santiamén cerrando el poco espacio entre los dos y juntó nuestros labios con urgencia. Liberé mi boca de la suya cuando hizo malabares para quitarse la camiseta mientras yo desabotonaba su pantalón, miré a sus ojos candentes de deseo.

Tomé una respiración profunda y levanté mis brazos. Sin quitar sus ojos de mi rostro, John deslizó mi camiseta hasta sacarla por completo, dejándola caer, colocando sus manos en mis mejillas como si tratara de borrar mi sonrojo, que por el contrario se intensificó al sentir su piel contra la mía.

TOUCHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora