Capítulo 55

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Mi cuerpo empezaba a percibir todo nuevamente.

Lo primero que sentí fue el cálido tacto de una superficie dura sobre la cual se apoyaba un lado de mi rostro. Aspiré el aire por mi nariz y el olor que me embriagó fue de un perfume que conocía perfectamente.

Sentía sus fuertes brazos acunándome contra su pecho mientras el balanceo de su cuerpo me arrullaba en la caminata, manteniendo mi cuerpo en estado de relajación. Todo se sentía bien, dejé que la inconsciencia tomara control de mí nuevamente sabiendo que por el momento no había peligro alguno a mi alrededor.

...

Desperté con el sonido del canto de los pájaros. La niebla en el lugar era densa y  se filtraba poca luz. Estaba envuelta en una manta térmica que tenía el mismo perfume que recordaba de anoche, no había estado soñando, en verdad era él. El simple pensamiento hizo acelerar mi corazón.

Escaneé todo alrededor en su búsqueda pero no estaba ¿A dónde se había ido?

Pasé el revés de mi mano por mis ojos y me aseguré que no tuviera lagañas en ellos, me senté sin zafarme de la manta y acomodé mi cabello peinándolo con mis dedos, entonces vi su silueta en la distancia, opacada por la neblina.

Mi felicidad era tan grande que sentía que mi cuerpo estallaría por no poder contenerla. Me deshice de la manta para levantarme del suelo y corrí a su encuentro estrellándome contra su pecho. Lo abracé con todas mis fuerzas dándole rienda suelta a lágrimas que derramaba con gusto.

— Está bien, amor, no llores. Todo está bien.

¡Había extrañado tanto escuchar el tono de su voz!

Seguí abrazándolo con fuerza, no quería soltarlo y volver a perderlo.

Él también me envolvía en sus brazos y reposaba su mentón sobre mi cabeza. Mi cuerpo encajaba perfectamente con el suyo y esperó pacientemente a que aflojara la prensa de mis brazos.

Al subir mi mirada a su rostro me dio su sonrisa torcida, la que me hacía sonrojar y pensar en besarlo. Una sonrisa se formó en mis labios y él bajó su rostro encontrando sus labios con los míos, como si fuese nuestro primer beso y, después de todo era como volver a la vida.

— No imaginas cuánto te extrañé —Dijo separándose un poco para mirarme y sonrió nuevamente.

— Y tú no te alcanzarías a imaginar cuanto te extrañé yo a ti —respondí de vuelta.

Agachó un poco su torso y me levantó en sus brazos llevándome de vuelta hasta donde estaba el suelo cubierto por mantas.

— Esta vez no chillaste porque te haya cargado —bromeó acomodando un mechón suelto de mi cabello.

— Digamos que empieza a gustarme que lo hagas. Hasta podría terminar por acostumbrarme.

Lo había extrañado tanto al creerlo muerto que no me importaba que me cargara, por lo menos no hoy.

Él sonrió y me depositó en el suelo suavemente.

— Siento no haber estado aquí contigo cuando despertaste pero tenía que hacer vigilancia, no sabía si te estaban siguiendo, parecía que venías huyendo —me observó por un instante y prosiguió—. Nena ¿por qué no estás en Frigia? era el lugar más seguro para ti.

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