Capítulo 30

0 1 0
                                    

Abrí mis ojos exaltada, me había quedado dormida y John me había acomodado en su pecho.

Él se había recostado un poco en el sofá para que yo quedara cómoda y también se había quedado dormido.

Lo observé en ese instante, sus labios, la marca algo visible de su barba, sus largas pestañas, sus cejas, su cabello desordenado, no pude evitar sonreír, John me hacía sentir cosas que no podría describir y me hacían sonrojar.

Pero el chico del sueño...

Sacudí mi cabeza para volver a la realidad. Sólo había sido un sueño. Ese chico no podía existir, no podía existir alguien que aparte de John me hiciera sentir tan... de esa forma.

— Tu miraba me está pinchando.

Me exalté al escucharle hablar a John y mi corazón se aceleró un poco.

— Lo siento, no quise despertarte.

— No estaba dormido, solo cerré mis ojos para concentrarme en descifrar el lenguaje de tus ronquidos.

— ¡Yo no ronco!

— Sí lo haces. Te tengo grabada en mi teléfono.

— ¡Mientes! —sonreí y me quedé observándolo, aún seguía con mis manos apoyadas en su pecho. Me dieron ganas de besarle pero recordé que había dormido y llevaba horas sin un buen aseo oral— Hmmm ¿Podrías indicarme dónde está mi dormitorio? Necesito asearme un poco.

Me incorporé con cuidado y él también se levantó, recogió mi maleta y me agarró con su mano libre guiándome escaleras arriba.

Pasamos la primera de dos puertas y abrió la segunda. Nuevamente estaba boquiabierta, no había pared en el fondo solo ventanas de cristal que se extendían de izquierda a derecha y desde el techo hasta casi tocar el suelo.

En la parte derecha había una puerta de vidrio que daba al balcón que se veía al otro lado de las ventanas. El colchón estaba sobre una base en el suelo y hermosas cobijas, edredones, almohadas y cojines lo vestían todo en blanco. John apoyó mi maleta cerca de una cómoda que estaba a la derecha.

— Aquí está el baño —señaló la puerta a mi izquierda—, estaré abajo preparando el desayuno.

Me abrazó y me dio un beso en la frente, luego salió del dormitorio. Abrí mi maleta para sacar mis elementos de aseo personal y encontré el vestido rojo acomodado con una nota doblada encima. Suspiré. En verdad Helena no se daba por vencida.

Tomé la nota y la leí.

***Mi Sexy Lys... Deja el miedo y entrégate al amor. Ya no eres la niña que llegó a mi puerta, ¿por qué te engañas?

Pd: ¡créeme este vestido te hará falta en parís!***

Sonreí ante las locuras de Helena. Cogí mi cepillo de dientes, crema dental y fui al baño ¡todo aquí era como de un sueño! Me lavé los dientes y la cara, acomodé mi cabello y bajé las escaleras.
El olor a huevos y tocino, pan tostado, chocolate... se coló por mi nariz, John tenía la mesa de centro llena de comida.

— ¡ESO HUELE DELICIOSO! —mi estomagó gruñó y John soltó una risa.

— Siéntate y desayuna, necesitaras todas tu energías para este día.

***

El sol resplandecía por las ventanas del dormitorio haciendo sentir todo cálido, John me dijo que me alistara para salir a conocer los alrededores de la cabaña, supuse que haría un poco de calor así que opté por unos shorts de Jeans semiajustados, una blusa blanca de franela que dejaba uno de mis hombros descubierto y unas converse negras. Recogí mi cabello en una cola de caballo y bajé al encuentro con John. Él vestía un pantalón deportivo azul rey, una camiseta blanca de algodón sin mangas y unos Nike blancos con azul. Su labio se curvó un poco hacia arriba cuando me vio bajar y me escaneó de pies a cabeza con su mirada.

— Excelente elección, vamos —me tendió la mano y yo entrelacé mis dedos con los suyos.

Salimos de la cabaña y nos dirigimos por un sendero que se adentraba en los árboles, John hizo de guía turístico, me detallaba el nombre de las montañas, las aves, los árboles, sacó su teléfono móvil y nos hicimos selfies por todos los lugares que pasábamos y que me parecían hermosos. Después de unos veinte minutos o tal vez un poco más, llegamos a un lago, eran las aguas más cristalinas que había visto.


Fuimos al muelle que había en la orilla y me saqué las converse, me senté en el borde y metí mis pies al agua. John sonrió e hizo lo mismo. Nos miramos a los ojos y no resistimos la tentación de besarnos, besos suaves y dulces. Permanecimos un tiempo en silencio, mi cabeza apoyada en el hombro de John mientras mirábamos al lago.

— Tuve un sueño —dije rompiendo el silencio. El brillo de aquellos ojos azules en mi sueño tenía algo especial que no lograba descifrar—, era el día de mi cumpleaños y yo estaba en casa, mi madre estaba conmigo y pensé que íbamos hacia una celebración en mi honor o algo así, pero luego vi a... un chico que me esperaba... Para casarnos.

John permaneció callado un instante y luego me tomó la mano y la apretó con suavidad.

—¿Recuerdas la historia que te conté sobre los hijos de Midas y Ór-hunters? —Asentí— Tú eres la gemela que domina el toque de Midas, así que debes estar comprometida para casarte en tu cumpleaños 18, por eso quise pasar este día contigo. Cuando averigüé que estabas próxima a cumplirlos supe que si encontramos mañana a tu padre, es lo que te espera en Frigia.

Desvió su mirada de mí hacía el lago.


— Te perderé para siempre —continuó—, soy un Ór-hunter y no tengo permitido siquiera acercarme a Frigia, pero prefiero eso a exponerte a cualquier peligro.

Mi corazón fue atravesado por una daga invisible, esto no podía ser cierto debía haber una solución a todo esto.

— No me iré a Frigia, estoy dispuesta a hacer una vida en cualquier otro lado.

— Lys, no es tan sencillo. No hay un lugar más seguro para tí. No quiero ni imaginarme lo que te harían si te descubren.

— Tú también eres un hijo de Midas y tienes todo el derecho de ser mi guardián, me has protegido todo este tiempo, te llevaré conmigo y tendrán que aceptarte.

John negó suavemente con la cabeza.

— Las cosas no son así, hay reglas, juramentos y rituales.

Pensé por un momento, mordiendo mi labio, no podía rendirme así no más.

— ¿Qué sabes sobre eso... los juramentos o lo que sea?

— No mucho, solo lo referente a los guardianes. Estos hacen un juramento de sangre, uno especial. El del Keeper o guardián del don, se compromete a proteger el don y a la chica que lo domine —elevé mis cejas escuchando detenidamente—, lo memoricé cuando vine aquí después que mi madre murió, está en un libro que me dio mi padre cuando me contó la verdad de nuestra procedencia.

Una idea se formó en mi cabeza.

— Quiero que seas mi guardián ¿Tú... lo deseas? —él sonrió.

— ¿Sabes lo que me estás pidiendo? El keeper será tu esposo. ¿En realidad quieres casarte conmigo?.


TOUCHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora