Capítulo 35

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» Amiga, hace un momento Kyle recibió una llamada, le escuché pronunciar tu nombre en la conversación, y luego me dijo que teníamos que irnos.

» ¡Lárgate ahora mismo del apartamento! llévate las cosas que usamos el otro día para que no te reconocieran, ve a un hotel regístrate con otro nombre, haz lo que se te ocurra para ponerte a salvo.

El tiempo se ralentizó al escuchar las palabras de Lena.  El celular se deslizó de mis manos. Sentí frío. Miré a John recoger el celular del colchón y llevarlo a su oído. Su rostro perdió el color.

—Ok Lena cálmate —le escuché decir mientras yo regresaba a la normalidad—ella no está sola, la mantendré a salvo, gracias por avisarme.

Cortó la llamada.

Me levanté de la cama casi de un salto y John también se puso en pie.

— Debemos salir de aquí. Sea lo que sea que ellos sepan de tí, éste ya no es un lugar seguro.

— ¿Lena esta en peligro?

— Lena está bien,  no te preocupes por ella. Comenzaron a cazarte, su ojo está puesto en tí —Empezamos a cambiarnos a toda prisa— coge tu teléfono y los documentos, es posible que te hayan reconocido en el aeropuerto, debo llevarte a otro lugar. Cuando te asocien conmigo, Kyle sabrá que aquí es donde has estado.

Llegamos con rapidez al carro de John y arrancó a toda velocidad.

—¡John Tienes que calmarte o vas a estrellarnos!

Mi corazón se quería salir del pecho, y respiraba entrecortado.

— Eso no va a pasar, confía en mí. No voy a dejar que nada te pase. Lo prometo.

John no quitaba el pie del acelerador, no sabía a donde me llevaría. La imagen de las calles pasaba a toda velocidad y sentí que empezaba a marearme, casi no podía respirar. Subí las piernas al asiento y metí mi cabeza entre ellas.

— Lys, ¿Qué tienes? —su tono de voz sonaba angustiado— amor mírame.

— John no quites la vista de en frente, solo conduce, estaré bien.

Traté de hacer mis respiraciones más profundas pero me costaba trabajo y el miedo se apoderaba más de mí con cada segundo que pasaba. Si ya los Ór-hunters sabían que John estaba de mi lado, no dudarían en lastimarlo también. Apreté mis ojos y mordí con fuerza mi labio inferior, el sabor a óxido de la sangre se dispersó en mi boca y no pude aguantar más.

Las chispas crepitaron con fuerza en mis manos, las apreté tratando hacerlas retroceder pero no funcionó. Me sentí como bomba que iba a estallar. Moriría.

— John ¡Detén el carro! —grité presa del pánico, él me miro un segundo y entendió lo que estaba sucediéndome; soltó el acelerador y pisó el freno con fuerza, las ruedas del carro chirriaron en el asfalto mientras yo trataba de contener mi don— ¡quítame el cinturón y abre la puerta para que pueda salir, rápido John!.

John se lanzó fuera llegando en unos segundos a mi lado y haciendo lo que le había pedido. Salté de inmediato cuando abrió la puerta y me sostuvo cuando perdí el equilibrio.

Necesitaba sacar el poder de mí o moriría, mis brazos dolían y sentía fuego consumir mis muñecas, lo único disponible en mi abrumador estado era el carro.

Quité las manos de mi pecho y las abrí poniéndolas sobre el metal, el poder abandonaba mi cuerpo a través de mis manos. Me sentí débil, mis oídos pintaron, las piernas me fallaron y mi visión se nubló.

— ¡Lys! — John casi gritó mi nombre. Mis brazos cayeron sin fuerza como un par de espaguetis cocidos cuando me sostuvo en sus brazos— Ya pasó, tranquila mi amor.

Percibí el movimiento cuando comenzó a caminar llevándome como a una niña en su regazo.

Lentamente abrí mis ojos, seguía débil pero el mareo había pasado.

— ¿Por qué dejamos el carro? —John me miró y la comisura de sus labios se elevó un poco.

— A quedado inservible, de todos modos teníamos que dejarlo, cogeremos un taxi más adelante.

— Lo siento—me disculpé por echarlo a perder—, no tuve tiempo de pensar en otra forma de dejarlo salir. ¿Puedes bajarme por favor?

John sacudió la cabeza.

—La mayoría de las veces que tengo que alzarte en mis brazos estás desmayada —levantó una ceja con aire de suficiencia— no puedes quejarte, soy todo un caballero.

Me puso sobre mis pies sin soltarme y le di las gracias, me hacía la fuerte pero mis reservas de energía estaban al mínimo.

Caminamos como unos 5 minutos tomados de la mano, hasta que vi un letrero en neón anunciando que nos encontrábamos frente a un Motel.

— John tal vez podríamos entrar aquí y esperar a recuperarme.

La verdad no soportaba dar un paso más.

— No, estamos muy cerca de donde dejamos el carro. Es peligroso.

— Por eso mismo, ellos piensan así. Creen que estaremos lo más lejos posible, no nos buscarán aquí.

John lo pensó por unos segundos observando mi rostro.

— Estás agotada. Bien, pero solo un par de horas. Entre más tiempo pase más peligroso será.

— ¿Y mi mochila? —la descolgó de su hombro y me la entregó, no noté que la traía hasta que lo hizo. Saqué la peluca y me la acomodé como pude, no habría necesidad de los lentes de contacto solo no alzaría la mirada.

No habría podido escoger mejor lugar para descansar, no nos pidieron identificaciones, el tipo gordo y barbudo que nos atendió siquiera nos dio un vistazo, a él solo le importaba el pago por adelantado, entregarnos una llave y luego nos indicó el camino y el número de la habitación.

Una vez dentro, escanee el lugar. La pintura de las paredes se caía dejando ver cada color en que había sido pintada alguna vez, el mobiliario constaba de un colchón grande sobre una base de cemento. Tenía lógica, las cosas que hacen en habitaciones como estas no toleran camas viejas que puedan partirse a la mitad y dañar a sus clientes.
En un soporte atornillado a la pared había un televisor pequeño y antiguo que reproducía una película XXX, y en una mesa de noche en madera sin barnizar, nos habían dejado un rollo de papel higiénico y una toalla envuelta con un condón encima.

No aguanté la risa al ver aquello, John que había ido a apagar el televisor volteó a verme y siguiendo a donde apuntaba mi mirada sonrió también.

— Jamás hubiese pensado que en este lugar se preocuparían por el sexo seguro y controlar la natalidad —realmente no podía creerlo.

— Más bien lo incluyen para aumentar la tarifa, solo es negocio —me agarró de la mano y me llevó al colchón— recuéstate y descansa. Deja de mirar ese preservativo o terminarás llevándolo contigo.

— ¡Oye! No digas esas cosas o echarás a perder mi reputación —me dejé caer en el colchón, por lo menos no era una bolsa llena de resortes que amenazaban con apuñalarme. John se acostó a mi lado riéndose. Acomodó una almohada en su cabeza y se puso serio de pronto.

— Eso se solucionaría casándote conmigo.

Me quedé helada. Mi mirada se clavó en sus ojos y él estaba muy serio.

John había enloquecido, definitivamente, no había más explicación que esa.

— Lo he estado pensando Lys, desde que estuvimos juntos en el lago. Nunca he estado tan seguro en mi vida de querer dar un paso tan importante. Sé que no es el sitio más romántico del mundo pero tenía que decírtelo —Aclaró su garganta y me cogió la mano— Alysha Donovan ...¿Quieres ser mi esposa?

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