Al terminar de cenar, recogimos los platos y los fregamos juntos, él se encargaba de secarlos, nuestros brazos chocaban a veces y nos mirábamos. Al terminar John me alzó en sus brazos, llevándome hacía la puerta de entrada, haciéndome romper el silencio.
— ¡John! ¡bájame! ¡bájame por favor!
— No creo que con ese vestido y esos zapatos logres caminar cinco minutos por el sendero, así que iremos en la camioneta.
— ¿¡Por eso tenías que cargarme!? Me voy a enojar si no me bajas.
— Te cargué por puro gusto, ¿a caso no puedo? —me bajó encerrándome entre el corto espacio de la puerta del carro a su cuerpo. Se inclinó y rozó con su nariz mi cuello hasta detrás de mí oreja aspirando el aire —. Hueles muy bien —siguió un camino invisible por mi mejilla hasta mi boca y me besó suavemente— y sabes tan bien como hueles.
¡Dios! Me iba dar algo si no se alejaba.
Como si me hubiese leído el pensamiento dio un paso atrás y se hizo a un lado para abrirme la puerta, me ayudó a subir y luego rodeó el carro, subió y puso en marcha.
Al llegar al lago, lo primero que vi fue la carpa que John había armado para que pasáramos la noche, tuvo que venir aquí cuando salió a trotar. Se acercó a un círculo de piedras y encendió una fogata, colocamos un tapete grueso y cobijas térmicas sobre el suelo.
Bueno... John hizo casi todo pues mi vestido y mis zapatos no me permitían hacer mucho.
La luna se reflejaba en el lago y yo me quedé observando el hipnótico paisaje nocturno.
—¿Lista?— volteé para encontrar la mirada de John y asentí.
Caminé con él hacia la fogata, me dijo que yo solo sería una espectadora pero que podría ayudarlo con algo que simbolizara el pacto para sellarlo, pues todo giraba en torno a mí.
— Cuando tu keeper, tu guardián en Frigia hizo el juramento, recibió unas pequeñas placas de plata para portarlas colgando de una cadena en el cuello.
— Tú serás mi único guardián —discrepé.
Se puso frente a mí del otro lado de la fogata. Tomó tierra y la dejó salir de a poco de su mano sobre el fuego.
— Soy John Jager, hijo de Midas, descendiente de John Gutsherr el primer guardián. Por esta tierra que ha de cubrir mis huesos el día de mi muerte juro proteger el don y su portadora con toda mi fuerza vital, de lo contrario que esta tierra me reclame al instante.
Sacó una daga de su cinturón y rozó el filo sobre la palma de su mano haciendo un corte, dejando correr la sangre hasta caer sobre el fuego.
— Con mi sangre, sangre heredada del Rey Midas firmo mi juramento. Que el fuego pruebe su pureza y mi legado sea la conservación del Don.
Las llamas crepitaron y un remolino de chispas del interior de la fogata se alzó hasta el cielo, era mi turno. Fui hasta el otro lado y tomé la mano de John entre las mías; pensé en nosotros como un solo ser, guardián y portadora juntos e inseparables. Mis chispas doradas alumbraron nuestras manos y al instante vi como las venas de la mano de John se iluminaban en dorado, el brillo subía por el antebrazo hasta perderse en su chaqueta recogida en el codo. Lentamente quité mis manos de la suya y la herida estaba cerrada.
— ¿Qué fue eso? —pregunto John igual de sorprendido que yo.
—No... No lo sé —balbuceé—, la verdad no sé que... pasó.
— Cerraste mi herida, Lys.
— Si, eso... —no sabía que decir al respecto.
— ¿En que pensabas?
— No lo sé, sólo deseé que no estuvieras herido—mordí mi labio— es que...es... ¡tengo miedo! miedo de lo que me pueda decir mi padre. No quiero perderte, no quiero estar lejos de tí.
Se acercó más a mí uniendo nuestras frentes.
— ¿Olvidas que ahora soy tu guardián? No podrás deshacerte de mí tan fácilmente. Te amo.
— John... —Pensé en pedirle que me besara pero me "lancé" como diría Helena. Lo halé de la chaqueta hacía mí y lo besé con ansias.
Él respondió a mi beso, abrazándome por la cintura y apretándome más a su cuerpo. Sentí sus manos subir por mi espalda rozando mi columna suavemente mientras yo rodaba las mías por su pecho sintiendo sus pectorales a través de la camisa, su clavícula, hasta detenerme en su cuello.
No paramos de besarnos, sus manos bajaron por mi costado, mi cintura y se aferraron a mi cadera. El beso se volvió profundo y cargado de emociones, amor, temor, deseo, más deseo, las manos de John me apretaron y gemí contra su boca.
De repente estaba en el aire, me alzó por la cadera enlazando mis piernas alrededor de su cintura y me llevó a la alfombra que habíamos puesto cuando llegamos, depositándome suavemente en ella quedando sobre mí, apenas y sentía su peso. Dejó de besarme un momento pero mantenía su mirada fija en mí.
¿Qué estaba esperando?
Acerqué mis labios a los suyos y reanudé el beso con suavidad. Comencé a deslizar la chaqueta de sus hombros y él lo entendió, terminó de quitársela y se separó para mirarme.
— Lys... ¡por Dios! estás tirando abajo mi autocontrol. Tengo... Tenemos que calmarnos.
Guardé silencio unos segundos ¿estaba lista para esto?
Sonreí mordiéndome el labio y negué con la cabeza.
— Sólo dime que trajiste protección —Una sonrisa se dibujó en su rostro—. Quiero hacerlo.
— Desde la noche que te vi en aquel vestido azul siempre llevo —acercó sus labios a mi oreja y me estremecí con el contacto de ellos— ¿estás segura de seguir adelante?
Llevé mis manos al primer botón de su camisa y lo solté, luego el otro y el otro y el otro hasta sentir la desnudez de su abdomen y pecho . Su mano subió por mi rodilla hasta mi muslo y cerré mis ojos disfrutando de su roce. Esta vez estaba lista para seguir adelante, no retendría más a la niña, no sentía temor, ni tenía dudas, solo necesitaba sentirme amada por John y unida por siempre a él. Quería terminar definitivamente con cualquier lazo que pudiera unirme a ese desconocido que esperaba por mí en Frigia.
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TOUCH
RomanceTouch es el primer libro de una serie de mi autoría llamada Los hijos del Rey Midas, escrito desde el punto de vista de distintos personajes. Cuenta la historia de una chica favorecida con un fantástico don, guardianes y cazadores a su paso, intriga...