Capítulo 6Cuando por fin consigo recomponerme de la situación, me encuentro con que los dos cadáveres ya han sido retirados del pavimento. No hay ni rastro de Kleyer por ninguna parte y en la calle solamente restan un par de guardas mujeres, junto con un grupito de vecinas chismosas. Los guardas hombres no tienen que trabajar durante la época de celo.
Me fijo en que, en el suelo, destacan dos enormes charcos de sangre seca, allí donde los hombres se han desangrado. Angustiada, voy en busca de mis compañeras, a las que no he visto desde hace un buen rato y que probablemente estén preocupadas por mí.
No encuentro a ninguna en el comedor, aunque la mesa se ha quedado sin recoger, como si hubiesen dejado el desayuno a medias. Cosa que no me extrañaría, teniendo en cuenta lo sucedido. Así pues, me imagino dónde deben de encontrarse en estos momentos.
Detrás del comedor, se encuentra la sala de reuniones, donde solamente nos sentamos cuando tenemos que tratar temas importantes, cosa que no ha sucedido más que un par de veces en los cinco años que llevo en la Iglesia. Me acerco hasta la puerta de entrada y toco con suavidad. Una voz ronca en el interior me da permiso para entrar.
Cuando accedo al otro lado, me encuentro con que mis compañeras han tomado asiento en torno a la mesa circular y que les han hecho hueco a Tam y Adranne. La niña continúa con la vista fija en el suelo, pero la madre ya parece más calmada.
—Ah, Aura, ya pensábamos que habías sido tú la responsable de todo este lío y que te habías fugado —escupe la Madre Fahmy, levantando sus ojos lechosos hacia mí. Sé que está medio ciega, pero, aún así, que la Madre superiora te esté observando fijamente, impone.
Sin decir nada, me aproximo a mi sitio y procedo a tomar asiento, a lo que ella levanta la mano para detenerme. Todas mis compañeras elevan la mirada hacia mí, Angelica parece preocupada.
—Lo lamento, Madre —susurro—. Me he entretenido más de la cuenta y no he podido acudir al desayuno, pero le prometo que yo no he tenido nada que ver con los asesinatos.
—Lo sé, jovencita, Tam me ha contado lo sucedido. Has hecho lo que debías, has respetado tus votos, por ello no voy a reprenderte, pero debiste venir a mí en cuanto sucedió.
—Lo lamento, Madre —repito.
Ella asiente y hace un gesto con la mano para que tome asiento. Una vez me he acomodado, su ronca voz vuelve a inundar la sala.
—Hoy han sucedido dos hechos importantes. El primero, que tenemos una nueva novicia —la Madre Fahmy mira en la dirección de Adranne, que no se da por aludida. A pesar de que la noticia es buena, ninguna nos atrevemos a expresar ninguna reacción más allá de sonreír—. La segunda es que dos hombres han sido asesinados justamente frente a nuestra Iglesia y todavía no se tiene al culpable.
Trago saliva. Juppa, que se sienta junto a mí en la mesa por correspondencia de veteranía, pasa la mano sobre mi muslo, buscando la mía, y me la aprieta con fuerza.
—Tam nos ha contado lo sucedido, cómo ese muchacho ha impedido que los hombres las tomaran en la calle —continúa la Madre—. Y, al parecer, querida Aura, tú has sido la única que lo ha visto en detalle.
Miro hacia Tam, que me sonríe, serena. No sé si siente algún aprecio o no por el muchacho que las ha salvado, pero está claro que ha dejado la decisión de delatarlo en mis manos. No lo conozco de nada, y sé que no debemos interrumpir los procesos naturales de la reproducción, pero no puedo olvidar que yo estoy en esta Iglesia precisamente para protegerme de esos procesos naturales, así que, como mujer, lo que ha hecho Kleyer me parece lo más correcto.
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Tierra de huesos
FantasyAura es sacerdotisa en la Iglesia de huesos. Su abuela la introdujo en el sacerdocio para protegerla de los hombres, pues en época de celo, lo único que puede garantizar la seguridad es la Marca de fe. Pero, un día, un curioso muchacho irrumpirá en...