Capítulo 50

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Capítulo 50

Lo siento al saltar de la ventana. Es como un impulso que nace desde el centro de mi pecho y sacude cada una de mis células. Se parece un poco a la sensación que experimenté al cruzar el escudo de la Tierra de huesos por primera vez, pero es diferente, más liberador. No espero a que la abuela de Aura se acerque más a mí con el cuchillo en alto, sino que me apoyo en el marco de la ventana y me lanzo hacia el exterior.

Para un humano, la caída hubiera supuesto graves daños, como romperse una pierna o un brazo, quizás incluso perder la vida si no aterriza bien sobre el suelo, pero yo sabía lo que iba a pasar en cuanto saltara, y es que el lobo iba a acudir a mí.

Salto como un humano, pero llego abajo como un animal. No obstante, esta vez soy perfectamente consciente de lo que soy ahora mismo. No hace falta que mire hacia abajo para ver mis poderosas patas peludas terminadas en garras, no hace falta que mire hacia atrás para contemplar mi lomo y la larga cola blanca, no hace falta nada de eso, porque ahora soy un lobo y sé que nunca dejaré de serlo.

Antes de echar a correr calle abajo en busca de una salida de la ciudad, echo la mirada arriba y contemplo a la anciana que se apoya en la diminuta ventana. Los latidos furiosos de su corazón son mucho más claros en esta forma, palpitan en mis oídos hasta hacerme daño. Tengo que huir de aquí, tengo que llegar al clan e informar de lo que ha ocurrido y de lo que puede ocurrir si la anciana se presenta allí. Claro que... quizá quedarme sería lo más justo. Quizá debería permanecer aquí y someterme a su venganza ya que, ahora que soy lobo, me doy cuenta de que tiene razón.

No tengo apenas recuerdos coherentes de la última transformación, pero sí algunas sensaciones, referentes principalmente a sonidos y a olores. Creo recordar un llanto y una súplica. Creo recordar el avance apresurado a través de las calles, persiguiendo a lo que creía que era una presa, y luego la gratificante satisfacción de verme envuelto en su sangre e intestinos.

Cierro los ojos, unos ojos diferentes a los que tengo cuando soy humano. Como ya dije en mi ritual de iniciación, siempre me ha fascinado cómo algunos de mis amigos conservan la humanidad en los ojos cuando son lobos, como si continuasen siendo entes cuerdos y civilizados, perfectamente conscientes de lo que deben o no deben hacer. Aura debió de mirarme anoche a los ojos y no encontraría más que el alma de una bestia salvaje en el fondo de ellos.

Partido en dos por el dolor, echo a correr hacia el bosque, atravesando calles repletas de escombros y lanzándome contra la valla de madera que envuelve la ciudad para abrirme paso a través de los tablones. Mi envergadura y fortaleza son prácticamente invulnerables. Me encuentro con algunos habitantes de la Tierra de sangre en mi camino hacia la salida. La mayoría se aparta de mi camino, asustados, pero algunos intentan atacarme con pobres escudos o flechas que no se hunden en mi lomo lo suficiente como para detenerme.

Corro y corro a través de las colinas y las praderas, incansable, buscando regresar a casa. A medio camino, me encuentro con un grupo conformado por una adolescente, una niña y un bebé. Ni Adranne ni mi hermana parecen asustadas cuando me ven llegar y situarme a su lado, incluso aunque sobrepaso la altura de la serpiente con creces.

Intento pronunciar palabra, pero sólo me sale un gruñido. Es difícil hablar con estas cuerdas vocales, tendré que practicar el idioma de los lobos ahora que soy uno de ellos.

—Lo has conseguido —murmura Adranne, sin apartar la vista de mis ojos con admiración.

Quiero decirle lo que he descubierto en casa de la abuela de Aura, quiero decirle que es verdad, que no soy más que un animal, que lo sé ahora que he podido transformarme, pero no soy capaz de transmitirlo con la voz y no me siento con fuerzas para convertirme en humano, contarle lo ocurrido, y volver a transformarme en lobo. Pero el dolor es tan fuerte que tiene que salir por algún lado, y termino llorando en silencio, mientras la serpiente se acerca a mí y me acaricia el pelaje con delicadeza.

Tierra de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora