Capítulo 21

8 2 4
                                    


Kleyer

Capítulo 21

1 mes después

La ausencia de Aura me quema en las manos como el hielo. Nos hemos visto en contadas ocasiones estas últimas semanas, momentos en los que ha habido poco tiempo para las palabras y mucho para los besos, las caricias y la piel. Cuando ella abandona mi lecho, yo me siento vacío. Pero es que las cosas no están como para ir enredándonos de esquina en esquina como dos enamorados, a pesar de que yo vendería mi alma lobuna por un solo día de eso y únicamente eso.

En la Iglesia, reina el caos. Se ha filtrado el rumor de la guerra a la ciudad y están empezando a haber levantamientos contra la Madre Fahmy, por haber ocultado al pueblo tal información.

En la plantilla de sacerdotisas, según me cuenta Aura, no se ponen de acuerdo. Tienen debates casi a diario, pero nunca llegan a una conclusión clara.

Aunque las instalaciones del templo siguen abiertas al público, lo cierto es que yo ya hace tiempo que no piso la biblioteca. He creído que es mejor darle algo de espacio a Aura, prefiero que ella venga a buscarme cuando me necesite. No quiero convertirme en un estorbo en medio del conflicto interno que se ha desatado en la Iglesia.

Y tampoco me interesa ya demasiado acudir a la biblioteca. Hasta el momento, no he encontrado nada en los libros que me haya acercado más al proceso de transformarme. Nada en esas páginas me indicaba la manera más rápida de llegar a la Iluminación, ni los lugares o acciones que podían actuar como aura, como estímulo. Nada. Llevo más de dos meses en esta ciudad y no he encontrado absolutamente nada.

Además, seamos sinceros, mi transformación en lobo ha sido relegada a un segundo plano. ¿Quién querría volver a casa con el rabo entre las piernas, pudiendo quedarse aquí con la mujer a la que ama?

Porque sí, la amo. Y de eso ya no tengo ninguna duda.

Reflexiono sobre todo esto agazapado detrás de unos barriles, contemplando sin descanso la puerta de la casa de Tam, que continúa en el mismo estado de abandono que cuando la visitamos por última vez.

A falta de respuestas sobre mi propia transformación y de la presencia intermitente de la sacerdotisa, he decidido trabajar yo también por mi cuenta. Ahí dentro conviven un mono y una serpiente, y quiero saber por qué.

Las veo entrar y salir con frecuencia, pero, de momento, no me he atrevido a acudir a su encuentro a interrogarlas. Es obvio que Tam dejó ver su cola de cambiante mono durante unos segundos a propósito, no sé si con el fin de confundirme o incitarme a interesarme por ella. Está claro que ha conseguido ambas cosas.

Me pongo alerta en cuanto las veo poner un pie en la calle. Salen charlando como si nada, como si fuesen madre e hija y no ocultasen un oscuro y malvado secreto. Escucho a la serpiente reírse en un momento dado y me percato de que, en ese momento de júbilo, han olvidado cerrar la puerta con llave.

No puedo evitar esbozar una sonrisa de triunfo. No esperaba colarme en su casa, sino solamente espiar sus movimientos, pero no pienso desperdiciar esta oportunidad. Espero hasta verlas desaparecer por la esquina de la calle y luego me tomo un par de minutos más, para asegurarme de que se han alejado lo suficiente antes de iniciar mi plan de intrusión.

No obstante, no llego a levantarme el sitio, porque entonces alguien me pone la mano en el hombro.

—Se te van a atrofiar las rodillas de tanto agacharte detrás de los barriles —se me eriza la piel con solo escuchar el tono de su voz.

Tierra de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora