Capítulo 51No puedo evitar sentirme algo azorado cuando el jefe del clan abre la cortina de piel que cubre la entrada a la tienda que actúa como su centro de operaciones y me deja pasar al otro lado. Los lobos somos muy celosos con lo que es nuestro y con nuestro hogar, dejando entrar única y exclusivamente a la familia, ni siquiera a los más allegados que no son de nuestra misma sangre. Persy y Gaimon no han visto nunca el interior de mi casa, ni yo el de la suya.
Por supuesto, un despacho no es comparable a un hogar, pero no deja de ser el lugar donde el jefe del clan trabaja, donde se reúne con los miembros más distinguidos de la manada, el interior de un lugar que muy pocos conocen. Normalmente, cuando alguien ajeno al Consejo entra en este despacho, no es precisamente por algo bueno.
—Toma asiento —dice Tanon, señalando una silla de madera barnizada, que descansa junto a un tronco de roble tumbado que actúa como mesa. Alguien ha debido de talar y lijar la parte superior para dejar la superficie lisa, lista para poder actuar como escritorio.
Evito curiosear más de lo necesario, pero no me impido echar un vistazo rápido a mi alrededor al tiempo que tomo asiento en la silla que me ha indicado el jefe. Del techo de la tienda cuelgan varios amuletos caseros, probablemente fabricados por Ofíah a lo largo de los años, así como plumas y ramas secas de pinos y abedules.
En el suelo, se extiende una enorme alfombra fabricada con lo que parece lana de oveja. En un rincón descansa un saco de arpillera relleno de paja, debe de actuar como jergón para esas contadas ocasiones en las que hay asuntos tan importantes que tratar que no puede regresar a casa para descansar adecuadamente. Está tan lleno de paja que algunas de las costuras se han reventado, dejando entrever el interior de la cama.
Un gruñido me saca de mi estupor, obligándome a darme la vuelta a la velocidad del rayo. Tanon se ha sentado al otro lado de la mesa y me contempla con mirada cansada, con los brazos cruzados sobre la mesa.
—No sé cómo has podido enterarte de lo que pasó con... bueno, con Kunia —murmura, entre dientes. Se nota que le duele profundamente pronunciar ese nombre—. Pero, sin duda, parece que tú y yo hemos pasado por algo parecido, así que me encantaría escuchar tu historia.
Me quedo callado. No sé muy bien qué esperaba al revelarle al jefe la información que conozco de él. Quiero advertirle sobre las intenciones de la abuela de Aura, por supuesto, pero, ahora que lo veo con perspectiva, una anciana con tres gemas y un cuchillo de cocina no parece una gran amenaza. No obstante, el jefe está esperando una explicación por mi parte y yo no puedo más que dársela, a fin de cuentas, he sido yo quien ha dado el primer paso.
Así que abro la boca, sin saber por donde empezar, hasta que comienzo a hilar una palabra con otra y entonces la historia se forma por sí sola y sale a borbotones de mi garganta. Empiezo a llorar desde el instante en el que le cuento cómo atravesé el bosque huyendo de las serpientes y cómo perdí la mano por ello, y no dejo de hacerlo mientras le hablo de Tennesis, de la Iglesia, de la biblioteca, de Aura y cuando me curó la mano a escondidas de las sacerdotisas, de Aura y la vez que la acompañé a comprar animales de ganado, de cuando le enseñé mi hogar improvisado en aquella cueva, de cuando me habló de lo que le pasó a su madre, de cuando la besé, de cuando la salvé de aquellos locos en la Iglesia, hasta el mismo instante en el que Reynald vino al mundo y ese mismo mundo se hundió a mis pies.
La mirada se Tanon se humedece y ensombrece durante mi relato, y no sólo por haberse sentido identificado con mi historia, sino por haber comprendido quién es esa muchacha de la que hablo. Su hija. Y no es hasta que digo la última palabra cuando caigo en la cuenta de que esto no es sólo un desahogo por mi parte, es una total y sincera confesión de asesinato.
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Tierra de huesos
FantasíaAura es sacerdotisa en la Iglesia de huesos. Su abuela la introdujo en el sacerdocio para protegerla de los hombres, pues en época de celo, lo único que puede garantizar la seguridad es la Marca de fe. Pero, un día, un curioso muchacho irrumpirá en...