Capítulo 56

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Adranne
Siete años después

Capítulo 56

—¡Te estoy escuchando! —grito hacia mi derecha.

El silencio es toda la respuesta que obtengo. Aun así, yo prosigo mi marcha, corriendo a la velocidad del rayo a través de los árboles. El avanzado verano cae sobre el bosque como si del mismísimo infierno se tratase, el sudor patina de mi frente hasta mi cuello, humedeciendo el pelo de mi nuca y haciendo la trenza más pesada de lo que es normalmente. Yo sigo corriendo, notando el cansancio en las piernas, pero obligándome a continuar a pesar de él. En una situación real, detenerme a recuperar el aliento podría suponer la diferencia entre la vida y la muerte.

Un siseo a mi izquierda llama mi atención, haciéndome virar hacia el lado contrario.

—¡Hacéis mucho ruido! —grito, riéndome.

El cuerpo reptante y amarillo de una pequeña serpiente aparece súbitamente de entre los arbustos, muy cerca de mis tobillos desnudos.

—¡Demasiado obvio! —exclamo hacia ella, haciéndome a un lado cuando se dispone a abalanzarse hacia mí.

Me aparto y freno en seco, acuclillándome, preparada para el ataque.

—Te veo, Friz —murmuro, contemplando los ojos de la criatura, que avanza serpenteando entre la vegetación del suelo.

El ofidio me sisea con furia, para posteriormente transformarse en un muchacho delgado, de ojos claros y piel casi transparente. Su cuerpo está tan bañado en sudor como el mío.

—Necesito un receso —comenta, claramente enfadado.

—Eh, no tienes que enfadarte, vas mejorando, esta vez casi me alcanzas —respondo, sonriente.

—No seáis tan buena, princesa —masculla—. Si lo he hecho mal, lo he hecho mal, se dice y punto.

—Y yo te he dicho mil veces que dejes de llamarme de «vos», cuando dejes de hacerlo, dejaré de mentirte en los entrenamientos —espeto, guiñándole un ojo.

A otro le hubiera resultado gracioso, pero Friz es un joven demasiado exigente consigo mismo. No lleva bien la derrota y menos cuando ya acumula varias de los días previos. El entrenamiento le está resultando más duro de lo que había previsto y ver que avanza con más lentitud de la que le debería corresponder a un chico de su edad, lo exaspera.

—¿Dónde está Yuli? —pregunto entonces, oteando el horizonte.

Nos quedamos callados durante unos segundos, yo buscándola con la mirada, él rumiando su decepción. Un movimiento a mi derecha me llama la atención, provocando que me coloque automáticamente en posición de ataque.

Yuli es una serpiente rosada, muy delgada y escurridiza. La veo capaz de lograr esquivar mi radar hasta conseguir llegar a nosotros, pero me sorprendería gratamente que lo hubiera hecho. ¿Tan distraída he estado con Friz?

—Friz —siseo, en el idioma de las serpientes—, ponte en guardia.

El muchacho me obedece. Puede ser muy testarudo y gruñón pero, si hay algo que destaca en él, es la lealtad y la obediencia hacia la Corona. Un destello rosado capta entonces mi atención en el lado opuesto al que he detectado el ruido. El movimiento ondulante de Yuli se hace evidente, hasta que llega a nosotros y se deja ver completamente. Los arbustos en la otra esquina vuelven a moverse, sin embargo.

«Hay algo en el bosque, creo que es un humano» nos dice en el idioma de las serpientes.

Con un gesto de cabeza, les indico que se coloquen detrás de mí. Me agacho lo justo y necesario para poder sacar los dos puñales que me guardo en las botas, sin perder detalle del lugar en el que se agazapa la criatura que ha visto Yuli.

Tierra de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora