Capítulo 22

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Aura

Capítulo 22

La Madre Fahmy pide silencio por cuarta vez en esta sesión, la décima de la semana. Desde que terminó la época de celo, la vida en la Iglesia se ha convertido en esto, días de reuniones interminables, donde sólo se escuchan lamentos, gritos y propuestas dispares. He llegado a escuchar hasta que quememos nosotras nuestra propia Iglesia, antes de que lo hagan ellos.

Me reclino en la silla y echo la vista arriba. Las lámparas de aceite que hay sobre la mesa tintinean cuando la brisa que entra por la puerta abierta sacude la llama y crea curiosos bailes de luces y sombras que se reflejan en el techo. Pienso en Kleyer, en la vida secreta que hemos iniciado juntos, y me pregunto qué estará haciendo ahora. Si estará pensando en mí. Si verá un futuro en nosotros.

A mi derecha, Juppa también tiene la vista perdida en algún punto de la pared. Se la ve cansada, demasiados días de debates, supongo. Busco su mano con la mía y la hago volver a la realidad con un apretón cariñoso.

—¿Estás bien? —le pregunto, en un susurro que apenas se escucha sobre la discusión que protagonizan Loya y Hurelia en estos momentos. Una quiere organizar al pueblo para el ataque y la otra sugiere esconderse en el Bosque Hundido.

Juppa asiente débilmente con la cabeza y vuelve a desviar la mirada. En sus ojos ausentes veo pena. Aparto mi mano de la suya y deslizo la vista por todas y cada una de mis compañeras. Sus rostros se han vuelto pálidos, sus ojos, asustadizos, en su piel predomina el blanco y el morado de las ojeras. Tenemos que ponerle fin a esto.

Me levanto de la silla y carraspeo para que me presten atención. La Madre Fahmy parece aliviada por que alguien que parece medianamente sereno se decida a ofrecer una propuesta, así que pide silencio a gritos.

Las hermanas terminan por prestarme atención.

—Todas estamos cansadas —empiezo, tras unos segundos de silencio cargados de tensión—. Llevamos semanas discutiendo el proceso a seguir, pero no nos ponemos de acuerdo, así que, quizás ha llegado la hora de que nos separemos.

La Madre Fahmy pega un respingo, pero no interviene.

—Cuando supimos de la existencia de esas cartas en las que se informaba de una posible guerra, ya hubo opiniones dispares. Algunas de nosotras preferíamos huir, otras, quedarse —miro a Loya y a la Madre Fahmy—. Pero, bueno, antes de ser egoístas, decidimos sacar adelante una idea conjunta, que pudiera satisfacernos a todas. Y está claro que no lo estamos consiguiendo —hago una pausa—. También decidimos no involucrar al pueblo antes de que fuese estrictamente necesario, pero al final nada ha salido como esperábamos. El rumor ya ha corrido como la pólvora. La semana pasada, Angelica y Lara fueron acosadas en mitad de la calle. El pueblo está enfadado, así que es hora de que les demos una solución. No más discusiones, cada una debe hacer lo que cree que debe hacer.

—No estoy de acuerdo —me interrumpe la Madre—. Debemos saber con cuánta gente contamos en caso de atacar, así que primero tendremos que decidir si nos defendemos o si no.

—Esa decisión es sencilla. Vendrán desde la Tierra de sangre en algún momento, e imagino que más pronto que tarde, así que las opciones son claras: o nos quedamos y tratamos de defender lo que es nuestro, o huimos y se lo dejamos en bandeja. No hace falta discutir más, ahora sólo hay que tener la valentía de decidir con qué opción nos quedamos, cada una de nosotras —suspiro—. Ninguna será juzgada, ni cuestionada —las miro a todas de nuevo. Algunas parecen asustadas. Adranne no, lo que veo en el rostro de Adranne es admiración—. Y no podemos esperar más porque, si nos decidimos a atacar, tenemos que empezar a organizar efectivos y entrenarlos, nosotras incluidas. Así que deberíamos dar de plazo hasta esta noche —miro a la Madre Fahmy, buscando su aprobación. Ella parece canalizar mis palabras unos segundos antes de asentir—. Por si sirve de algo, empezaré yo —continúo, al ver que la Madre Fahmy me apoya—, me quedo. Voy a defender esta Iglesia.

Tierra de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora