AuraCapítulo 13
Por alguna razón, me siento mucho mejor cuando me despierto a la mañana siguiente. Incluso cuando me recibe el habitual clima frío de las mañanas de una primavera recién estrenada, yo no puedo evitar sonreír. Diwi me está esperando junto a la puerta de los dormitorios en cuanto pongo un pie fuera. Se le ve enérgico y despierto.
—Vaya, ahora sí, ¿no? Pero cuando tienes que trabajar bien que te echas la siesta cada vez que puedes —le reprendo, con una sonrisa boba en los labios.
No puedo enfadarme con él. En cuanto empieza a andar, me echo a reír al ver el movimiento de sus cortas patitas. Luego elevo la vista al cielo, que ya empieza a clarear en el horizonte, símbolo de que nos acercamos al período donde los días serán cada vez más largos y las noches más cortas, donde llevar la capa roja te hace sudar la espalda. A pesar de que odio la sensación de estar húmeda por culpa del calor, me alegra que el entorno a nuestro alrededor se vaya a llenar de luz y calidez. Y me alegra saber que muy pronto podré salir de estos muros y volver a casa con la abuela.
Realizo las tareas matutinas entre tarareos y bailoteos. Diwi me sigue a todas partes. Desde su diminuta estatura, veo cómo eleva la vista hacia mí con más asiduidad de lo normal. No entiende por qué estoy tan contenta, cuando de normal soy una persona bastante seria y reservada. Yo tampoco lo entendía hasta hace poco, hasta anoche, concretamente.
Después del desayuno, la Madre Fahmy me pide que la ayude con algo de la correspondencia. Como el resto de hermanas están en sus quehaceres diarios, soy la que está libre para poder ayudarla. Entro a su despacho, que es una pequeña salita muy oscura, pues queda en el centro justo del edificio y no tiene ventanas, y cierro la puerta tras de mí. Los ojos blanquinosos de la Madre parecen más atentos de lo normal. Ni siquiera levanta la cabeza de sus papeles para mirarme cuando entro.
—¿Me ha llamado, Madre? —pregunto.
—Mmmm —es toda su respuesta.
Me quedo de pie, esperando. Gámida me ha notificado que viniese de camino a los corrales, ¿puede que se haya equivocado?
—¿Qué haces ahí parada? ¡Siéntate, vamos! —exclama, molesta.
Asustada, procedo a sentarme en la silla que queda frente a ella en el lado opuesto de la mesa, no sin antes retirar del asiento una pila de papeles desordenados.
—¿Qué quiere que haga? —le pregunto, en un hilo de voz.
—Tienes mejor vista que yo, necesito que me ayudes con unas cartas —me pasa un puñado de sobres varios.
—¿Cartas de fieles?
—Hmm, sí, algo así —farfulla, sin mirarme.
Contemplo la letra desfigurada del primer sobre. Al principio me cuesta entenderla, pero enseguida le cojo la maña al tipo de grafía. En el anverso del sobre aparecen varios nombres amontonados junto a una dirección. Cuando leo el nombre de la ciudad, no puedo evitar preguntar.
—Madre, esta carta viene de Virgus.
—¿Y qué? Haz el favor de abrirla.
—Virgus no rinde culto al Dios de huesos, sino al de sangre —últimamente la Madre confunde algunas cosas, así que prefiero dejarlo claro.
—Tenemos una novicia cuya madre viene de esa Iglesia y la hemos acogido con el amor y el respeto que se merece. ¿Por qué no habría de hacer lo mismo con las cartas de esa gente? —farfulla, escudriñándome.
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Tierra de huesos
FantasyAura es sacerdotisa en la Iglesia de huesos. Su abuela la introdujo en el sacerdocio para protegerla de los hombres, pues en época de celo, lo único que puede garantizar la seguridad es la Marca de fe. Pero, un día, un curioso muchacho irrumpirá en...