Capítulo 18

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Kleyer

Capítulo 18

Al día siguiente, a última hora de la tarde, Aura y yo nos presentamos en una minúscula casa pintada de azul que encontramos a las afueras de la ciudad. Aura me comenta que esa es la dirección que le ha dado Adranne, a pesar de que el edificio parece abandonado desde fuera. No obstante, tras golpear la puerta con cierta insistencia, se acaba abriendo al otro lado, donde una sonriente Adranne nos recibe con fingido regocijo.

Cuando me mira a mí tras saludar a Aura, en sus ojos veo brillar un deje de burla. Yo me limito a saludar de manera cortés y a seguir a la novicia al interior de la pequeña casa, donde descubrimos que, efectivamente, se trata de un edificio en ruinas.

—Perdonad el desorden —dice Tam, al hacer acto de presencia en la estancia principal—. Es el único lugar que he podido encontrar para refugiarme y de momento no he conseguido quitarle la apariencia de hogar en ruinas.

—No te preocupes —murmura Aura, con una sonrisa en la cara.

Me fijo en Tam. Va vestida con una blusa amarillenta y unos pantalones ceñidos de cuero marrón. El pelo largo se lo ha recogido en un improvisado moño que ya comienza a deshacerse. Lleva un trapo en las manos, húmedo y recubierto de polvo, como si la hubiésemos pillado limpiando, a pesar de que lo veo un acto inútil, ya que el lugar parece tener acumulada tierra de varios años. Se la ve cansada. Dos profundas ojeras enmarcan unos grandes ojos oscuros.

Cuando desvío la vista hacia Adranne, no encuentro ningún parecido entre ellas. El rostro de Tam es redondeado, mientras que el de la serpiente es anguloso y tiene la mandíbula muy marcada. Tam es morena, mientras que Adranne tiene el pelo claro. Comparten color de ojos, eso sí, aunque sé que los de Adranne pueden transformarse en dos bolas de color verde lechoso con pupila alargada.

La novicia me pilla mirándola y me sonríe con sorna. Tengo la sensación de que, si no estuviesen Aura y Tam aquí, se estaría riendo a pleno pulmón en mi cara, pero se contiene. ¿Por qué? ¿Es sólo por Aura o acaso Tam tampoco conoce su pequeño secreto? Porque algo tengo claro: Tam y Adranne se conocen, podrán ser amigas, conocidas o simplemente tenerse cariño, pero no son madre e hija.

Tam toma asiento en una silla metálica a la que le falta un brazo y nos invita a sentarnos en los asientos que restan, un par de taburetes de madera y otra silla del mismo estilo.

—Adranne me ha dicho que queríais hacerme unas preguntas sobre lo que está pasando en la Tierra de sangre —suspira Tam, en cuanto todos nos acomodamos en torno a ella. Luego me mira a mí—. Tú debes de ser el muchacho que salvó a Adranne de esos dos hombres, ¿no? No nos han presentado todavía.

—Soy Kleyer —digo.

Ella me sonríe.

—Supongo que ya sabrás mi nombre, pero yo soy Tam. No he tenido ocasión de darte las gracias por lo que hiciste. La salvaste —Tam estira una mano hacia Adranne y se la estrecha con cariño. La serpiente responde al gesto de la misma manera.

—No hay de qué, cualquiera hubiera hecho lo mismo —contesto, observando la reacción de ambas sin perder detalle.

Ella se ríe, pero no dice nada.

—Bueno, Adranne me ha contado lo de la carta de la Madre Fahmy —prosigue la mujer—. Veo que las noticias vuelan y que ya han llegado hasta aquí.

—¿Puedes decirnos algo más sobre lo que está pasando? —pregunta Aura. Se la ve realmente preocupada. Mi instinto me lleva a alargar la mano hacia ella para estrechársela con ternura, como ha hecho Tam con Adranne, pero me contengo.

Tierra de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora