Capítulo 28

9 2 2
                                    


Aura

Capítulo 28

Los días se suceden de forma monótona. Nos levantamos al alba, acudimos a la zona que nuestro grupo tiene designada y procedemos a iniciar una rutina basada en las acciones de reponer materiales, supervisar entrenamientos y reprender a aquellos que se salen de la norma establecida.

El nerviosismo abundaba al principio pero, pronto, la ciudad ha ido sumergiéndose en una especie de cómoda calma, debido, claro está, a que no sabemos cuándo piensa movilizarse el enemigo hacia aquí. Hemos mandado a algunos hombres a aventurarse a la Tierra de sangre para hacerse con noticias, pero aún no han vuelto.

Así que, por lo que a la población respecta, la Iglesia la está haciendo participar en una especie de campamento de verano, donde se van preparando los decorados y se van haciendo los ensayos para la función final. Sólo que la función final no tendrá nada que ver con una obra de teatro, no habrá risas ni aplausos, sino sangre y muerte.

Adranne pasa a mi lado como una exhalación, cargando con dos botes repletos de resina de pino. Me apresuro a seguirla y a echarle una mano con una de las garrafas. Ella parece recelosa al principio, pero termina por dejarme ayudarla.

—Ah, ¿hoy estás simpática? —me pregunta, con cierto desdén.

No puedo evitar poner los ojos en blanco.

—Eres tú la que no es simpática conmigo y, francamente, no entiendo por qué.

—Es que eres una blanda —replica, con una media sonrisa.

Arqueo una ceja, pero procuro respirar antes de contestarle lo primero que se me pase por la mente.

—¿Blanda por qué?

—Porque no haces nada, Aura —farfulla, depositando el bote sobre el suelo para coger aire de nuevo—. Te pasas el día aquí, merodeando entre las mesas y riñendo a los niños. ¿Eres consciente de que vamos de cabeza a una guerra?

—Claro que soy consciente —espeto, molesta porque una simple adolescente me esté dando lecciones de vida—. Precisamente por eso estoy todos los días aquí, procurando que todo el mundo tenga a su disposición los mejores materiales, en todo momento. Es una función igual de importante que cualquier otra.

—No digo que no lo sea —murmura, reanudando la marcha. Yo la sigo—. Pero, ¿qué harás cuándo se te pongan delante con un cuchillo, una lanza o qué sé yo? ¿Regalarles una cesta de piñas? No tendrás ninguna posibilidad de sobrevivir si no te preparas físicamente.

Aprieto los dientes, en parte por el esfuerzo de estar cargando con varios kilos de resina y en parte porque la maldita niña tiene razón. Pero...

—Y no hay peros que valgan —replica, como si me acabase de leer el pensamiento—. Te lo digo por tu bien. Por supuesto que tu labor es importante, pero deberías prepararte, y eso ya no es por Tennesis, ni por la Iglesia, sino por ti.

La novicia me recorre con la mirada de arriba abajo, como examinando mi estado físico, y no puedo evitar sentirme desnuda bajo su exhaustivo examen.

—Hablas como si ya hubieses estado en una guerra —murmuro, cuando termina de analizarme.

Ella se limita a sonreír y a encogerse de hombros.

—No he estado en ninguna guerra, ni quiero estarlo. Pero sí hay algo que quiero hacer cuando llegue, y es sobrevivir. Deberías hacer lo mismo.

Su semblante es serio, pero me parece ver sus ojos oscuros sonreír. No puedo evitar sacudir la cabeza, sorprendida por su cambio de actitud.

—Y, ahora, a trabajar, no seas vaga —masculla, echando a andar de nuevo. Asiento con la cabeza, esa es la Adranne que yo conozco.

Pasando por alto su manera tan basta de hablar, me pongo a su altura y le pregunto:

—¿Dónde está tu madre?

—Ha ido a averiguar más cosas sobre la Tierra de sangre —murmura.

—¿Está en el equipo de reconocimiento?

—No, ella va por su cuenta. Y, de hecho, ya averiguó algo, vengo de decírselo a la Madre Fahmy.

Sorprendida, no puedo evitar preguntarle por ello.

—Se ha hecho con uno de los folletos que están repartiendo entre la población del territorio. Ya sabes que están buscando el don, ¿no? Pues no imaginarás nunca de dónde lo quieren obtener, de los niños —explica, como si no fuese la peor noticia que haya dado en su vida.

—¿Qué niños?

—Los nuevos, los que nazcan de esta época de celo —Adranne me mira como si fuese estúpida, pero yo lo paso por alto, porque una rueda del engranaje acaba de encajar en su lugar.

—¿Quieres decir que van a venir a robarnos a nuestros niños? —mascullo, con los ojos abiertos de par en par.

—Eso creemos, sí. La Madre ya está informada de ello y estamos empezando a movilizar materiales a los almacenes de reserva, no queda tanto tiempo.

Bajo la cabeza, pensativa. Sin quererlo, mi mente vuela hacia Kleyer, que ya lleva varias semanas ausente. Me dijo que volvería y yo confío en él, pero una parte de mí no puede evitar pensar que ha huido, a fin de cuentas, esta no es su causa.

—No queda tanto tiempo, no... —susurro, más para mí que para ella.

Me sobresalta el golpe de la garrafa contra una de las mesas cuando Adranne la deja por fin, descansando en un profundo suspiro.

—Uff, cómo pesaba, aunque para ti más, que no habrás levantado tantos kilos en tu vida, ¿no, hermana? —se ríe, acercándose a mí y ayudándome a levantarlo hacia la mesa.

En cuanto las dos garrafas descansan sobre el tablero, una docena de niños se aproxima a repartirse la resina en sus respectivos recipientes para poner embadurnar las piñas.

—¿Estás bien? —me pregunta, al ver que me he quedado pensativa y que no he puesto ninguna cara ante su pulla por mi poco interés por la actividad física.

—Sí, es sólo que... si eso que dices es verdad, entonces la guerra es real, ya hay una fecha.

—Siempre ha sido real, Aura, ¿entiendes ahora por qué te digo de entrenar?

Asiento en silencio. Adranne se acerca y deposita una mano sobre la mía.

—No tienes que preocuparte, estarás bien, yo estoy aquí contigo —murmura, mirándome a los ojos. Un escalofrío me recorre toda la espina dorsal, y no sé por qué, porque su voz ha sonado dulce y, por primera vez, libre de toda ironía. Creo que es porque sus palabras han sonado como las de alguien antiguo, alguien sabio y experto, que sabe de lo que habla cuando habla de guerra. Y no, definitivamente no es como una obra de teatro en un campamento de verano.

Tierra de huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora