37. Mundial de quidditch

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El domingo llego con prisa, pero lo que más confundió a Harry, en ese par de días fue que el comportamiento de su padre y su padrino a penas había variado, aun se insultaban y discutían muy a menudo. Pero había un aire extraño que los rodeaba.

Harry no tenía ganas de ofenderlos, pero ese extraño aire rosado y acaramelado que flotaba a su alrededor no podía disimularse ni con los coloridos insultos que se dirigían uno al otro, comenzaba a asquearlo. Había sido difícil esperar el domingo, finalmente los dejaría, harían lo que sea que fueran a hacer y el estaría en el mundial.

Eran las seis de la tarde cuando Harry entro por la chimenea con su baúl. Se despidió de su padre y padrino y partió directo a la madriguera.

Del otro lado, parados frente a la chimenea lo recibieron Ron y Neville.

En las últimas cartas escritas Neville les comento con alegría que su abuela si le había permitido asistir al partido junto a ellos, la señora Longbottom no había tenido deseos de asistir, por lo que no se había molestado ni en conseguir entradas, pero el señor Weasley tenía suficientes entradas para llevar a Neville también.

Faltaron un par de cartas de parte del padre de Ron y de Harry para que la señora Longbottom aceptara dejar ir a Neville. Pero finalmente estaba aquí con ellos.

En cuanto Harry salió por la chimenea y saludo a sus amigos vio al resto de los Weasley, solo que entre ellos había dos a los que no conocía.

Tras saludar a la señora Weasley, al señor Weasley y a los gemelos, Fred y George; se acercó a los desconocidos.

El primero que le presentaron fue Bill, era el mayor de todos los Weasley's y trabajaba en el banco Gringotts rompiendo maldiciones.

Su aspecto le recordó mucho al de Sirius, con el cabello largo atado en una pequeña coleta, pendientes con un colmillo colgado de las orejas y sonrisa desafiante. Los pantalones metidos en botas de cordones y una chaqueta de cuero café. La palabra correcta para describirlo seria, excéntrico.

Claro que el siguiente que le presentaron no era menos, Charley Weasley tenía un rostro muy amigable cubierto de pecas, con el cabello rojizo alborotado y de complexión ancha. Pero a través de la ropa Harry podía ver enormes cicatrices de quemaduras, seguramente obtenidas durante su trabajo, ya que Charley cuidaba dragones en Rumania.

Ambos lo saludaron alegres hasta que se escuchó un fuerte grito del piso superior.

Percy Weasley bajaba las escaleras sosteniendo una larga goma rosada en las manos. En cuando estuvo a la vista los gemelos comenzaron a partirse de risa.

Con una inspección mucho más concienzuda todos notaron que lo que Percy sostenía no era una goma rosada, era su propia lengua, que por alguna razón había crecido casi un metro de largo.

Todos comenzaron a reír, al igual que los gemelos, bueno, todos menos la señora Weasley, que se apresuró al lado de Percy y le lanzo un hechizo para devolver su lengua al tamaño original.

- ¡No puedo creer que te lo comieras! – decía Fred entre carcajadas.

- Que ingenuo – coreaba George.

- Ya les dije que destruyeran esas cosas – grito la señora Weasley.

Ron insto a Neville y Harry a subir a su dormitorio, la reprimenda de su madre acababa de comenzar y no quería escucharla entera.

Subieron las escaleras acompañados de Percy que iba quejándose de lo desatinados que eran sus hermanos y de que le gustaría poder cambiarlos por unos mejores.

PadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora