5. Margaritas.

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Jess

A finales de semana paso por delante del tablón de anuncios. Intento evitarlo todo lo posible. Siempre te acabas enterando del cotilleo a lo largo de la mañana, así que no es necesario leerlo para ponerte al día en la Rivalry.

"¿Quieres limpiar tu coche por cinco dólares? Hoy a la salida de clase dirígete a la entrada principal. ¡Te esperamos!"

Vaya. Eso de cotilleo tiene poco. Lo ignoro por completo y entro al baño antes de dirigirme a la siguiente clase. Ha sido una semana completamente aburrida y monótona. Sé que mi vida no es nada emocionante y después del numerito con Mike no podía suceder nada más.

En cuanto a Enzo, no he tenido contacto con él en los últimos días, pero lo veo por los pasillos bromeando con sus compañeros.

Varias de las chicas diablas van con ellos. Son como una pequeña familia. Nada que ver con los niños ricos que se odian entre ellos, aunque no lo parezca. Para la universidad, somos un grupo unido y fuerte contra todo, pero en el interior, ese grupo está podrido. Para empezar, yo no soy una de ellos aunque mucha gente piense lo contrario por el mero hecho de tener dinero.

Me paro en seco en mitad del baño cuando escucho unos sollozos.

―¿Estás bien? ― Doy varios golpecitos a la puerta para llamar la atención de la chica. Se me encoge el corazón cuando se abre la puerta y veo a Maddie.

Tiene el rímel completamente corrido, sus preciosos ojos verdes están rojos y le tiembla el labio inferior.

―Cariño ― dejo caer la mochila a un lado y la abrazo con fuerza―. ¿Qué ha pasado? ¿Te encuentras bien?

Mi corazón late rápido. Necesito saber qué ha pasado. Si ese imbécil de Mike se ha atrevido a tocarla o alguien se ha metido con ella, voy a acabar con ellos. Maddie intenta a hablar, pero las palabras no le salen. Tiene que tranquilizarse. Le ayudo a sentarse y le acaricio los brazos con suavidad. Madre mía. Está helada.

―¿Necesitas algo? Lo que sea, por favor, pídemelo ― suplico. Quiero que pare de llorar.

―Agua... ― murmura.

Saco la botella de mi mochila y se la tiendo. La coge con manos temblorosas para beber un trago. Concentrarse en el hecho de beber parece que le va calmando por momentos. Se levanta y se dirige al espejo. Se alisa la falda que se ha puesto hoy y ladea la cabeza.

―¿Estoy guapa? ― Pregunta insegura. Estoy empezando a intuir el por qué estaba llorando y no me gusta nada.

―Eres guapa, Maddie. No lo olvides nunca ―me acerco para situarme tras ella y colocarle ambas manos en sus hombros ―. Por favor, no me digas que te estás sintiendo presionada por Mike.

Baja la mirada y niega con la cabeza. Eso es un sí. Maddie es incapaz de mentir mirándote a los ojos. Cuando ves que desvía la mirada, es que lo que va a decir a continuación es mentira.

―Maddie... ― reprocho alargando su nombre.

―Quiero estar bien para él. Si él me mira con deseo, yo me siento mucho mejor.

―Pero es que tus sentimientos no pueden depender de él. Eso no es sano.

Mike no tiene ningún comportamiento sano para ser sinceros. Su mera presencia ya demuestra toxicidad. No me puedo creer que mi mejor amiga esté siendo seducida por esa toxicidad y menos después de todo lo que hemos luchado. Ella lo hizo por mí y ahora me toca a mí hacerlo por ella.

―¿Y qué sabrás tú de lo que es sano y no? Creo que no eres el mejor ejemplo ― se da media vuelta y se mete en uno de los cubículos para coger algo de papel.

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora