15. Luz de gas.

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Jess

Él es el único ahora mismo que puede resolver las preguntas que tengo en mi cabeza. Me están ahogando y no sé cómo deshacerme de esta sensación. Enzo se aproxima a mí. Siento el corazón en mi garganta cuando uno de sus dedos acaricia mi hombro. Alzo la cabeza para mirarle a los ojos. 

―Tengo que preguntarte una cosa y por favor, no me mientas ― mi voz suena a súplica. 

Él asiente sutilmente y espera a que ordene las palabras en mi cabeza antes de hacer la pregunta. 

―Cuando hablamos ayer por la noche, ¿crees que estaba borracha? 

―Si hubieras estado borracha, alguna falta de ortografía hubieras cometido por muy perfeccionista que seas ―su respuesta me hace reír ―. Esos mensajes estaban escritos a la perfección. ¿Por qué lo preguntas?

Suelto un largo suspiro. No quiero hacerle partícipe de mis problemas con Maddie y con Mike, pero ahora mismo él es la mejor opción que tengo. Y al contrario de lo que pensaba, las palabras salen solas, una detrás de otra y allí, en medio de la librería, le confieso al mismísimo Enzo Hunter cómo me siento. 

―¿Te están haciendo luz de gas?

―¿Qué es eso? ― Es la primera vez que escucho ese término. 

―Es un tipo de manipulación que consiste en hacer dudar a la persona de su propia realidad.

Trago saliva con fuerza. Joder. ¿Mi mejor amiga me está haciendo eso? 

―Sí, algo así. Te prometo que ha habido un momento en que lo he creído. Maddie me miraba como si... como si estuviera loca de verdad. 

Desvío la mirada para que no me vea vulnerable porque una cosa es que le cuente lo que ha pasado y otra muy distinta es que le deje entrar dentro de mí. Aunque solo le haría faltar insistir un poco más que me olvidara de la realidad. De que somos enemigos y todo esto ha empezado por un pacto. ¡Eso es! ¡Acabar con Mike! Tengo que contarle mi plan. 

―No estás loca, florecilla. Lo sabes, ¿verdad?

Es la primera vez que su tono de voz suena relajado e incluso cariñoso. Sacudo la cabeza para quitar este último pensamiento y vuelvo mi atención a lo que de verdad importa. No quiero seguir sintiéndome loca o vulnerable o lo que sea que estoy sintiendo ahora mismo porque no encuentro nada que lo defina. Es una mezcla de emociones que se están amontonando en mi interior, amenazando con arrasarlo todo. 

―Tengo que contarte el plan.

―Vale, pero aquí no, me he cansado de estar de pie después de haber corrido diez kilómetros. Venga vamos ― me coge del brazo para tirar de mí. 

―¿Has dicho diez kilómetros?

Esos son muchos. Menuda pereza más grande madrugar un día para correr. Siempre he admirado a la gente que le gusta sufrir de esa manera. Salimos de la librería y cruzamos a la calle de en frente para entrar en una cafetería. No me deja hablar. Enzo toma las riendas de todo y me hace sentarme en una de las mesas. Cinco minutos después aparece delante de mí con dos cafés y una sonrisa en el rostro. No sé qué es más surrealista si lo que ha pasado esta mañana con Maddie o esto que está sucediendo ahora mismo. 

―¿Y bien? ― Me mira aleteando sus pestañas en mi dirección, esperando a que le diga algo, pero no sé qué quiere que le diga. Me he olvidado por completo de todo. 

―¿Y bien, qué? 

―¡El plan! ¡Estoy esperando!

Hostia, es verdad. "Céntrate, por favor". Os juro que lo intento, pero Enzo tiene ese efecto en mí. Doy un trago al café y empiezo a relatarle todo. La información que me dio ayer Maddie estando borracha, las vueltas que di en la cama hasta que se me ocurrió algo y el porqué necesito que Larry u otra persona vaya con él. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora