27. Jugadas Robadas.

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Jess 

Entro en la cafetería y me siento en la última mesa. Si voy a hablar con Tammy prefiero que estemos en un sitio más discreto para poder explicarle todo. Ya es viernes y me ha costado cuatro días de insistir para que pudiéramos hablar. No sé qué es lo que ha cambiado para que Tammy haya accedido a hablar conmigo, pero eso es lo demás porque la necesito de vuelta. Estos últimos días se me han hecho más largos que de costumbre sin tener nadie con quien hablar. Alzo la mirada y veo a una de las camareras acercarse a mí. 

―¿Ya sabe lo que va a pedir o espero un poco más?

―Estoy esperando a una amiga. 

―Perfecto, no hay problema. 

Cuando se da media vuelta para atender otra mesa, mi teléfono empieza a sonar y rezo para que no sea Tammy diciéndome que quiere cancelar la quedada. Miro la pantalla y se me dibuja una sonrisa al leer el nombre. 

―¡Hola, mamá!

―¿Qué tal va todo, cielo? 

―Muy bien, las clases son más entretenidas que el año pasado y estoy ayudando al equipo de hockey a diseñar su merchandising. 

―¿A los diablos? ―La voz de mi madre es una mezcla entre incredulidad y preocupación―. No perteneces a ese bando. 

―Lo sé, mamá. Puedes estar tranquila no hay de qué preocuparse. 

Eso siempre y cuando obviemos que me he acostado con el capitán de los diablos, que estoy empezando a sentir demasiadas cosas por él y que ahora me odia porque piensa que le he traicionado. Madre mía, yo pensaba que este año sería mucho más relajado que el anterior, pero al parecer es todo lo contrario. 

―Ya sabes que si necesitas cualquier cosa, me llamas. 

―Ya que lo dices, te iba a llamar un día de estos para ver cómo organizamos Acción de Gracias. Ya sabes que tengo varios días de vacaciones, podemos hacer algo diferente este año. Ir a la costa o...

―Jess, de eso quería hablarte ―puede percibir que su actitud ha cambiado solamente por su voz―. Este año nos vamos papá y yo solos, necesitamos un viaje de desconexión. 

Me quedo paralizada en el sitio sin saber qué decir. De repente se me ha olvidado hablar y lo único en lo que pienso es en tirarme tres días sola en el apartamento de la Rivalry mientras los demás se van a sus casas. 

―¿Jess? ¿Estás ahí? No te escucho, hija. 

Sacudo la cabeza volviendo a la realidad. Dejo mis pensamientos a parte para enfrentarme a ellos en un futuro. No tengo que anticipar. 

―Sí, perdona, mamá. Pues pasadlo genial, yo me quedaré por aquí entonces. 

―O puedes irte con Maddie. Seguro que su familia te acoge como a una más. 

Se me escapa una carcajada irónica que no puedo controlar. 

―¿Qué te ha hecho gracia? ¿Tienes problemas con ella? 

―No, mamá, no es nada. Simplemente que ahora está en una relación con alguien y tiene otras prioridades. 

―Bueno, no pierdes nada por intentarlo ―escucho cómo alguien llama a mi madre a lo lejos y yo ruedo los ojos porque sé lo que viene ahora―. Cielo tengo que dejarte que...

―Tienes clase de yoga o pilates, ¿no?

―Sí, yoga de nivel intermedio. Les está encantando.

―Que vaya genial, mamá. Te quiero. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora