33. Vacaciones.

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Jess

¿Pantalón y camisa? ¿Vestido y medias? No sé cuál es la mejor opción para una cena de Acción de Gracias con gente a la que aún no he conocido. Cuando vas con tu familia tienes muy claro qué ponerte porque sabes si son tradicionales o más modernos y cada uno puede ir como realmente le dé la gana.

En mi caso siempre había que ir como si fuéramos a una ceremonia y bien conjuntados. Si mi padre llevaba corbata granate, mi vestido y la camisa de mi madre tenían que ser granates para hacernos la foto del año y después, colocarla en el álbum familiar que estaba lleno de falsas sonrisas e historias maquilladas de felicidad.

Si mi madre estuviera aquí, me obligaría a meter el vestido en la maleta y dejar los pantalones vaqueros en casa. Pero es que se está tan a gusto con ellos, no hay que ponerse medias ni sentarse toda la cena con las piernas cruzadas. Eso es algo que desde pequeña mi madre siempre me ha corregido.

"Las piernas cruzadas, señorita. Debes aprender a mantener la postura tanto tiempo como sea necesario".

Me rio sola al recordar la boda de una prima de mi madre donde me puse a correr con otros niños junto al césped y a jugar con un balón. Los zapatos blancos cambiaron de color en cuestión de segundos y mi madre se puso como una histérica.

Miro otra vez la maleta y agito la cabeza para centrarme en lo que de verdad importa. Sigo dudando absolutamente de todo, así que cojo el móvil para librarme de todas estas dudas.

Jess: "¿Qué narices se supone que tengo que meter en la maleta?"

Su respuesta no tarda más de un minuto en responder.

Enzo: "Por favor, florecilla, no me pidas que te haga una maldita lista de las cosas que tienes que llevar".

Pongo los ojos en blanco porque me lo he imaginado delante de mí con su sonrisa pícara tomándome el pelo.

Jess: "No necesito una maldita lista, necesito que me digas cómo sois en Acción de Gracias. ¿Vais elegantes? ¿Tengo que llevar vestido o con un pantalón y una blusa voy bien? Estoy a punto de perder la paciencia".

Sí, es totalmente cierto. Me pongo muy nerviosa cuando no puedo controlar la situación como es el caso.

Enzo: "Espera, dame diez minutos".

Deja de estar en línea en cuanto recibo el mensaje.

Jess: "Enzo, no tengo diez minutos!! Por favor, solamente dime cómo de arreglados soléis ir en vuestra casa".

Espero un minuto, después otro y otro hasta que pasan cinco y no me responde. Vale, vamos a calmarnos. Empezaré por aquello que sí puedo hacer como la bolsa de aseo. Cojo el neceser, voy al baño y meto lo básico. Cepillo de dientes, cepillo de pelo, desodorante, colonia y los botes de champú y gel.

Meto un par de cosas de maquillaje, pero poco. No soy muy dada a maquillarme porque se me da fatal. Meto el neceser en la bolsa de deporte y miro de nuevo el móvil. Han pasado ya diez minutos. Voy a la agenda para llamarlo, será mucho más eficaz.

Estoy a punto de pulsar la tecla de llamada cuando llaman a la puerta. ¿Quién narices es ahora? Reviso el reloj y descarto la idea de que sea Maddie porque se ha ido a primera hora de la mañana y ahora mismo debe estar volando. Me dirijo a la puerta con el teléfono en una mano y las llaves en la otra para abrir. Aprieto el botón de llamar mientras giro la llave dentro de la cerradura. Enzo contesta al primer toque. No se escucha nada al otro lado de la línea.

—¿Vas a contestarme ya o necesitas...?

Dejo la pregunta a medias cuando abro la puerta y lo veo en el rellano con el teléfono móvil pegado a la oreja. Se le dibuja en la cara esa sonrisa que tanto me gusta. Está disfrutando de mi sufrimiento, puedo verlo en sus ojos.

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora