22. It Hurts So Good

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Jess

Los dedos de Enzo me acarician la mejilla y todo mi cuerpo se eriza de inmediato. Ese es el efecto que tiene en mí.

―Florecilla, puedes confiar en mí, ¿vale? Dime por favor qué ha pasado.

Es el sonido de su voz el que hace que me tiemble el labio inferior. Llevo toda la noche intentando reprimir la conversación con Mike, los recuerdos de Joe y evitando que mi cabeza me juegue una mala pasada. Lo único que consigo dejando que Enzo me toque con tanta delicadeza es que mis muros tiemblen delante de él. Justo eso es lo que no puedo permitir que pase porque estaría completamente vulnerable delante de él y es un diablo. Yo una niña rica. Nuestra relación debería ser de odio, no todo lo contrario.

―Jess...por favor, tu silencio me está matando.

Las yemas de sus dedos descienden por mi brazo hasta que nuestras manos se juntan, se entrelazan y yo siento que el suelo empieza a temblar, que esto es una especie de espejismo y que Enzo Hunter nunca ha existido para mí porque no esta bien que sienta de está manera.

―No es nada ― aparto mi mano de su contacto y bajo la manga de la sudadera.

Ha sido un error venir a ver cómo estaba, pero no sé cómo lo hago. Siempre que intento mantenerme alejada de él, acabo más cerca del peligro, del diablo. Sus ojos me estudian con detenimiento. Me doy la vuelta porque soy demasiado expresiva, va a poder leerlo todo en mi cara si sigue mirándome así.

Se acerca más a mí, noto su abdomen acercándose a mi espalda. Va a acabar sacándomelo todo. Solo le hará falta insistir una vez más.

―Florecilla...

Ya está. Las palabras se acumulan en mi lengua, a punto de salir, de soltarlo todo y dejar que mis miedos salgan a la luz haciéndome más vulnerable. Abro la boca para empezar a hablar al mismo tiempo que el pitido del final del partido retumba por todo el vestuario.

―Mierda ―maldice Enzo por lo bajo. Me agarra de la mano y me saca de la sala―. Ve por la salida trasera, si te ven aquí nos podemos meter en un buen lío. Nos vemos en la fiesta de después, ¿verdad?

Habla demasiado rápido mientras me dirige por el pasillo. Paramos junto a una puerta. Enzo mira atento el otro extremo del pasillo esperando a que todos sus compañeros entren celebrando la victoria.

―No creo que vaya.

Lo último que me apetece es ser el centro de atención de Enzo y pasarme toda la noche aguantando sus preguntas. Parece que me lee los pensamientos porque me tranquiliza inmediatamente.

―Te prometo que lo pasaremos bien y...podrás olvidarte de todo, Jess. No te hagas eso a ti misma, florecilla. Te mereces ser feliz.

Sus palabras me calan demasiado hondo. Mis ojos se empañan, pero consigo pestañear con rapidez para que no caigan las lágrimas. Asiento de manera automática. Además, va a ser peor quedarme en mi habitación encerrada con mis propios pensamientos. Los gritos de los chicos empiezan a sonar cada vez más cerca.

―Nos vemos luego, Enzo ―salgo por la puerta sin darle tiempo a responder.

Me apoyo contra la pared e inspiro aire con fuerza. Está fría y lo agradezco porque estaba empezando a ahogarme ahí dentro. Necesito diez minutos para recuperarme de tantas emociones. Me he acostumbrado a sonreír, a hacer como que todo va bien y dejar las emociones en mi interior, en ese lugar escondido y a salvo de todos. He luchado mucho para ser así y Enzo ha roto todos mis esquemas. Una mirada suya hace que mi armadura caiga. Una caricia en la mejilla me hace sentir de nuevo sensaciones que me juré a mi misma que no volvería a sentir. Y sus besos...esos sí que son de otro mundo y me hacen rozar la paz con la punta de los dedos.

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora