Jess
La vuelta a clase después de las vacaciones de Navidad no es siempre de color de rosa. Hay gente ansiosa por ver a su grupo, contarse qué tal han ido estas dos semanas y cuáles han sido los mejores momentos. Yo el año pasado fui de esas personas porque pasarme tantos días sin mi mejor amiga era un verdadero drama.
Como cambian las cosas en cuestión de un año.
Ahora estoy frente al espejo de mi cuarto jugando con la puntera de mis botines. No tengo que estar nerviosa, no hay nada por lo que estarlo, pero mi conciencia piensa todo lo contrario. No sé cuántos escenarios ha recreado en los que vuelvo a romperle el corazón a Enzo, o peor aún, él me lo rompe a mí. Sé que fui muy cruel con él y solo pensar lo que tuvo que pasar, la culpabilidad me azota de lleno.
―Viene Mike a buscarme antes para tomarnos un café, ¿te vienes con nosotros o vas luego andando?
La voz de Maddie me llega a gritos desde la otra habitación.
―¡Voy andando, no te preocupes! ―Grito con la mentira calando más hondo dentro de mí.
"Derecha al infierno que vas".
Ruedo los ojos ante mi propio reproche. Si solo fuera al infierno por las mentiras... Los dos últimos días antes de empezar las clases han sido una verdadera rutina de ejercicio. No, no he ido al gimnasio, eso es para gente con más fuerza de voluntad. Mi personal trainner ha sido Enzo y el gimnasio su cuarto. Bueno, también lo ha sido el baño, el trastero y la cocina, pero esto último no tiene por qué saberlo nadie más.
El sonido de mi móvil evita que empiece a fantasear de nuevo con mi novio. Sí, puedo decirlo sin problema porque lo es. Después de hacer tantas cosas sin pensar y por inercia, hemos decido hablarlo todo, comunicar cada cosa que pase en la Rivalry para tener una relación estable y sin personas de por medio.
Enzo: "Estoy en el aparcamiento, puedes bajar cuando quieras, florecilla".
Veo el momento exacto en el que mi rostro se ilumina en el espejo por una ligera sonrisa y repito para mí misma lo que llevo repitiendo estos días.
"No dejes que nadie te diga cómo hacer las cosas, ni influenciarte".
La teoría la tengo clara, ahora hay que poner en marcha la práctica así que vamos allá. Cojo la sudadera del equipo de hockey que será la primera señal que indique a los niños ricos y sobre todo a Maddie de qué bando estoy, me la pongo junto al abrigo y cojo la mochila antes de salir del apartamento.
Salgo del edificio para encontrarme a Enzo apoyado en el capó de su coche, con los brazos cruzados sobre su pecho y el abrigo negro ajustado a sus caderas. ¿De verdad estoy saliendo con este chico?
―El mundo está muy mal repartido ―dice nada más verme.
―¿Por qué?
―Joder, florecilla, te llevaste todos los genes buenos.
Las mejillas se me incendian como le gusta a él y por eso me provoca. Le doy un ligero manotazo en el pecho a modo de reprimenda, pero él se encarga de aprovecharlo para agarrar mi muñeca y juntarme más a él.
―Buenos días, florecilla ―susurra junto a mi boca.
―Buenos días, diablo.
Yo también sé jugar. He descubierto en estos dos días lo mucho que le pone que lo llame así.
―Eres una chica muy mala ―dice antes de besarme lentamente haciendo que me tiemble todo el cuerpo.
―He aprendido de alguien. ―Giño un ojo sintiendo que he ganado esta ronda.
ESTÁS LEYENDO
Un Pacto Con El Diablo
RomanceEn la Rivalry no hay opción. Rico o Diablo. ¿Qué pasaría si tu mejor amiga está en la relación más tóxica que existe? ¿Serías capaz de aliarte con tu peor enemigo para salvarla? Jessica lo tiene muy claro. ¿Y si tu equipo de hockey necesita desesp...