11. Pintura.

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Jess

Hay fines de semana que se pasan demasiado rápido y en los cuáles apenas descansas. Luego están los que pasan muy lentos, ves todas las horas pasar y no sabes qué hacer para llegar viva al lunes. Pues tras esta explicación, puedo aseguraros que mi fin de semana ha sido una auténtica mierda, creo que ya no me quedan fuerzas para discutir con Maddie. Cada vez que hemos cruzado una palabras, hemos terminado peleando. Además, el hecho de que Mike haya estado en el apartamento gran parte de los días, no ha ayudado en nada.

Babe, ¿puedes acercarme una botella de agua?

Ya es lunes, estamos desayunando y él, literalmente, está al lado de la nevera, pero es mi amiga la que tiene que levantarse para darle el agua. ¿Sabéis que es lo peor? Que mi amiga no se queja, que hace absolutamente todo lo que él dice.

―Esto es una especie de broma o algo, ¿no?

Ambos me miran con expresión seria. Yo espero a que empiecen a reírse y me digan que era todo un juego. Aún tengo esperanzas de despertarme de esta especie de sueño o realidad paralela. Se miran entre ellos sin saber qué decir.

―No sé de qué estás hablando, Jess ― Maddie se encoge de hombros y continúa desayunando como si la cosa no fuera con ella, como si todo esto fuera normal ―. Por cierto, me he cambiado de grupo en el trabajo de la profesora McKenzie.

―¿Qué? Pero si ya lo habíamos estructurado y dividido. ¡He empezado a redactar mi parte!

―Lo siento, Mike me necesita más que tú ― estira su mano por encima de la mesa hasta alcanzar la de Mike.

Me levanto de la silla empezando a notar oleadas de enfado meterse bajo mi piel. No voy a aguantar más esta situación porque no he hecho nada para merecerlo. Meto mi taza y mi plato en el lavavajillas, y me coloco delante de mi amiga.

―¿Es que no te das cuenta de lo que está haciendo? Te está absorbiendo, Maddie, te tiene completamente a su merced. Él chasquea el dedo y no tardas ni medio segundo en acudir hacia él. Siempre hemos dicho que nosotras estamos por encima de cualquier tío. Tú vales mucho más que toda esta mierda. ¡Es que mírate! Has estado todo el fin de semana detrás de él, dándole cada cosa que te pedía ― acabo alzando la voz más de lo que me gustaría.

Mike se sitúa de pie junto a ella para abrazarla.

―Creo que es mejor que te vayas ― me dice con una tranquilidad que lo único que hace es ponerme más nerviosa ―. No voy a consentir que hables así a mi novia.

―¿Qué me vaya? Perdona, pero creo que eres tú quien no vive en esta casa.

―Jess, por favor ― la voz de Maddie suena temblorosa. Se muerde el labio inferior para no llorar. ¡No me lo puedo creer! ¿Ahora la mala soy yo? Esto es surrealista. Me llevo las manos a mi pelo desesperada porque no sé qué más hacer y, al final, me rindo.

―Haz el estúpido trabajo con quien quieras, pero luego no vengas a mí llorando ― le advierto antes de salir por la puerta.

―Joe nunca me dijo que fueras tan zorra ― las palabras de Mike me hacen frenar en seco. Por ahí sí que no voy a pasar.

Me giro cabreada para entrar de nuevo en la cocina.

―Cierra esa puta boca, ¿me has entendido? Como vuelvas a nombrarlo...

―¿Qué me vas hacer, Jess? Estás completamente sola en esto. Recuerda que puedo destrozarte en un solo momento, sé muchas cosas ― miro a Maddie para ver si reacciona ante las palabras de su novio, pero se limita a esconderse tras el cuerpo de Mike.

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora