Enzo
Me apoyo en el marco de la puerta mientras las observo. Mi madre está haciendo el puré de patata más favorito del mundo. Puede ser una receta muy simple, pero la que hace ella es mejor que cualquier otra. La isla de la cocina está llena de platos con diferentes ingredientes: azúcar, harina, esencia de vainilla, mantequilla y pequeños trozos de chocolate. Jess está cocinando galletas o al menos eso tengo entendido. Las he escuchado desde arriba hablar.
Mi madre ha insistido en que no hacía falta que hiciera nada, pero sabemos que Jess siempre consigue lo que se propone, así que ahí está, cocinando. Tiene una de las mejillas manchadas con un poco de harina y se ha recogido el pelo en una coleta. Está más preciosa que de costumbre.
Una calidez en el pecho se empieza a extender por todo mi cuerpo reconfortándome, haciéndome sentir tranquilo viéndolas cocinar. Es como si de alguna manera las preocupaciones se hubieran ido y pudiera ver la vida de una forma diferente. Eso es el poder de Cleveland, un lugar donde siempre me he sentido seguro.
—¿Cuánto le queda al pavo, Becka?
—Unos quince minutos, podremos empezar a cenar en media hora. ¿Qué tal vas con las galletas, cielo?
—Solo falta meterlas al horno cuando saquemos el pavo.
Mi madre se acerca a ella para echarle una mano y hacer bolitas de masa. Doy un paso hacia ellas para ayudarlas. Ambas alzan la cabeza de lo que están haciendo cuando me ven. Mi madre es la primera en guiñarme un ojo mientras mira a Jess por el rabillo del ojo. La adora, lo sé por la manera de mirarla, de hablarla y de hacer todo lo posible para que se sienta como en casa.
—¿Necesitáis una mano?
—Ya casi está todo, ayuda a Jess mientras yo pongo la mesa —mi madre desaparece de la cocina para dejarnos a solas.
Lo ha hecho adrede porque la mesa lleva puesta más de una hora mientras ellas hablaban de todo, yo aprovechaba para escucharlas reír al otro lado de la pared poniendo la mesa. Me sitúo junto a Jess en la isla y me lavo las manos.
—Tú mandas, florecilla. ¿Qué hago?
—Con la ayuda de una cuchara vas haciendo bolitas del mismo tamaño que las mías y luego les pones más trozos de chocolate por encima.
Está muy concentrada en las galletas, ni si quiera me mira. Hago lo mismo que ella, imito sus movimientos. Cocinamos en silencio hasta que la masa de las galletas se gasta, no hay excusa para seguir concentrados en cocinar. Jess empieza a recogerlo todo, pero la detengo.
—Siéntate, florecilla. Ya me encargo yo de recoger que tú has estado cocinando.
No rechista, me hace caso y se sienta en uno de los taburetes de la isla. Recojo los ingredientes para después meter los platos en el lavavajillas. Jess coge su móvil, lo vuelve a dejar encima del mármol y unos minutos más tarde vuelve a cogerlo para ver si tiene algún mensaje. Lo hace constantemente y a mí me está empezando a poner nervioso.
—¿Estás esperando alguna llamada importante?
No puedo evitar preguntar. Limpio la isla esperando una respuesta por su parte que tarda en llegar. No sé si está buscando una excusa por la cual está mirando el móvil o no se atreve a verbalizar la verdad. Me acerco por su espalda y apoyo las manos en el mármol frío a ambos lados de su cuerpo. Pego mi pecho a su espalda aprovechando para que su olor me inunde por completo.
—¿Estás bien, florecilla? —Susurro junto a su oído.
Se gira en el taburete para mirarme quedándonos cara a cara. Se muerde el labio insegura y odio cuando lo hace porque parece más vulnerable. Me encantaría poder deshacerla de lo que sea que le está produciendo ese sentimiento de inseguridad.
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Un Pacto Con El Diablo
RomanceEn la Rivalry no hay opción. Rico o Diablo. ¿Qué pasaría si tu mejor amiga está en la relación más tóxica que existe? ¿Serías capaz de aliarte con tu peor enemigo para salvarla? Jessica lo tiene muy claro. ¿Y si tu equipo de hockey necesita desesp...