28. Bowling

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Enzo 

Tendría que haberlo sabido. Jess nunca para hasta demostrar lo que se propone. Sale de nuestra casa y va directa hacia mi coche. Ambos nos subimos y arranco para que Andrew y Jacob nos vean irnos, pero en la siguiente manzana giro a la derecha y detengo el coche. Bloqueo las puertas, apago el motor y me quito el cinturón para girarme hacia Jess. 

―¿Qué estás haciendo? 

―Impedir que te hagan la vida imposible. 

Veo como rueda los ojos y abre la boca seguramente para llamarme exagerado o pesado, pero no dejo que lo haga. Me adelanto para hablar yo primero. 

―¿Cuándo te vas a dar cuenta de que me importas de verdad, florecilla?

―¿Y tú cuándo te darás cuenta de que soy una diabla más? Me importa una mierda Mike, me he cansado de fingir, de ser quién no soy. No hago esto solamente para demostrarte que soy una de los tuyos, lo hago porque quiero que los niños ricos reciban su merecido de una vez por todas. 

La examino detenidamente. Tiene los puños apretados de rabia y un tono rojizo se abre paso por sus mejillas. ¿De dónde saca Jess tanto odio a los suyos? No creo que solamente sea por Maddie, tiene que haber algo más. Le empiezan a brillar los ojos como si fuera consciente de que estoy tratando de meterme en ella, de buscar en sus recuerdos el momento en el que todo cambió y empezó a ver a los suyos como sus enemigos. 

―Esto no lo haces solo por tu mejor amiga, ¿verdad? 

―Da igual los motivos por los que lo hago, Enzo. Estoy dispuesta a hacerlo, con eso te tiene que valer. 

Tanto ella como yo sabíamos que no me valía, pero me conformaría con ello con tal de estar juntos y no separados porque esta semana se me ha hecho eterna. No quiero volver a repetirla. Además, soy consciente de que al debo una disculpa por haber malinterpretado todo y no haber dejado que se explicara con la fotografía, pero eso va a tener que esperar. Ahora mismo tenemos una misión por delante. 

―Una cosa más ―digo antes de ponernos los cinturones y arrancar el motor―. Cuando quieras parar con todo esto, solo tienes que decírmelo, florecilla. Todos tenemos nuestros límites. 

Se muerde el labio inferior mientras asiente con la cabeza. No es un movimiento para parecer más sexy de lo que ya es, es un acto reflejo para no hablar, para no acabar comiéndonos la boca en este reducido espacio y olvidarnos por completo de entregar el papel con las jugadas a los chicos de la otra universidad. Debemos contenernos, aunque no será fácil. 

Arranco el motor y no tardamos más de quince minutos en llegar al bar donde están. Se distinguen con facilidad por sus chaquetas de color azul marino. Son los de la universidad de Briar. Al parecer no es de los equipos más destacados de la temporada y por eso una pequeña ayuda no les vendrá nada mal. Analizamos el bar intentando encontrar al capitán del equipo, aquel que lleva la voz cantante y quiere ser siempre el protagonista. 

Puede que sea porque yo soy capitán, pero consigo distinguirlo primero, apoyado en la barra con una cerveza en la mano y hablando muy animadamente con una chica. 

―Es ese ―le informo a Jess señalándolo con un dedo. 

―¿Cómo lo sabes? Es literalmente igual que los demás, moreno, pelo revuelto y la sudadera de la universidad. 

Me río ante su comentario. 

―Porque lo sé. Por cierto, florecilla, yo también soy moreno, llevo el pelo revuelto y la sudadera de la Rivalry. ¿Piensas que soy igual que los demás? 

Tiro de un mechón de su pelo para vacilarla antes de empezar a caminar hacia la barra. 

―No voy a contestar a eso. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora