50. Gasolina.

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Enzo

La observo una vez más antes de cerrar la puerta con cuidado para no despertarla. Deberíamos estar de camino a la Rivalry para ir a clase, pero no era buena idea. Ayer apenas hablamos de lo sucedido. Jess se limitó a ducharse, cenar algo y meterse en la cama. Yo hice exactamente lo mismo y cuando sentí que se acurrucaba junto a mí, estuve a punto de llorar de nuevo por toda la tensión acumulada. 

—¿Qué tal está? —La voz de Larry me sorprende cuando entro a la cocina. 

—¡Joder! ¿No deberías estar en clase? 

—Sí, pero me he quedado dormido, así que entro a segunda. Me han dicho los diablos que ya está todo preparado —asiento con la cabeza recordando lo que habíamos hablado ayer por la noche—. ¿Vosotros vais a ir?

—No lo creo. Esperaré a que se despierte para ver lo que quiere hacer, pero no quiero presionarla. 

Larry da un sorbo a su café mientras me mira fijamente como si estuviera esperando a que le contara algo. Arrugo el entrecejo. 

—¿Qué pasa? —pregunto mosqueado. No me gusta que me miren fijamente. 

—¿No me vas a contar lo que te dijo el entrenador? —Se le dibuja poco a poco una pequeña sonrisa en su cara de niño travieso. 

—Un momento, ¿lo sabías? 

—Joder, Enzo, era obvio que te iban a llamar. ¡Estás dentro de la maldita NHL! ¡Quiero entradas para todos los partidos! —Exclamo lanzándose a mis brazos. 

Será capullo, se olía algo y se ha mantenido callado. A veces cuando quiere, Larry sabe guardar muy bien los secretos. 

—¿NHL?

Un susurro nos llega desde el umbral de la puerta y aparto a Larry a un lado para ver a Jess con mi sudadera puesta. Las mangas le quedan tan largas que ocultan sus manos y con ella parece mucho más pequeña. 

No hace falta que le digamos nada a Larry para que deje la taza de café en el fregadero y se marcha de la cocina, no sin antes darle un abrazo a Jess. Cada vez que veo a mis amigos comportarse de esa manera con ella, me entra un sentimiento de calidez en el pecho que no sabría cómo definir. Es algo muy bonito. 

—¿Por eso tu entrenador quería hablar contigo? 

Asiento mientras ando en su dirección. Cuando llego hasta ella acuno su cara entre mis manos y deposito un pequeño beso en sus labios. 

—Sí, al parecer, le gusté muchísimo al ojeador de Chicago y me van a llamar dentro de poco para empezar. No sé qué equipo va a llamarme, ni si tendré que realizar pruebas o algo. Lo único que está confirmado es que me llamarán. 

Sus comisuras se alzan ligeramente en un intento de sonrisa que se esfuerza por sacar.

—Eso es...es increíble, cariño —. Se pone de puntillas para abrazarme con fuerza.— Yo...lo siento, ayer se supone que deberíamos haber estado celebrando esta noticia y no...

—Eh, no importa, florecilla. Tenemos todas las vacaciones para celebrarlo, lo único importante ahora mismo es que tú estés bien. 

Desvía su mirada de la mía bajándola al suelo. Entiendo que no quiera hablar del tema, así que lo dejo pasar y la tiendo una taza de café. 

—¿Crees que nos dará tiempo a llegar a segunda hora? 

Alzo las cejas sorprendido por su pregunta. Me limito solamente a contestar porque es ella quién tiene que marcar los ritmos ahora mismo, si quiere que vayamos a clase, iremos. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora