48. Revivir.

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Jess 

Termino el café que me he hecho hace quince minutos y me levanto para rellenarme la taza. Abro el armario donde lo guarda Enzo descubriendo que no queda. 

—Joder. 

¿Ahora cómo sobrevivo yo lo que queda de noche? La mayoría ya se han ido a la cama y no son más de las diez. Han acabado agotados después de la victoria de esta mañana. Los niños ricos también han ganado, así que podemos decir que la cosa sigue más o menos igual. Los diablos llevan varios puntos de ventajas, tienen que seguir trabajando duro. 

Después del incidente de Peter, el tablón ha colgado cotilleos mucho más light a lo que estábamos acostumbrados durante las últimas semanas. Rozaba un punto insano todo esta historia del tablón hasta el límite de no saber si la persona que empezó todo lo del tablón seguía poniendo las notas o eran otras como Tammy o algún niño rico. 

Las cosas parecen que vuelven lentamente a ser lo que eran en la Rivalry, aunque no podemos confiarnos porque quedan bastantes meses. 

—¿Se puede? —Me giro al escuchar la voz de Enzo. 

Está apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y cara somnolienta. Hemos estado estudiando economía toda la tarde preparando el examen que tenemos el lunes. Sé que acaba de salir de la ducha porque tiene el pelo húmedo y algunas gotas caen mojando su camiseta blanca. 

—Claro —le señalo uno de los taburetes con la cabeza para que se siente. Yo me acerco a él apoyando mi cadera en la isla —.Te serviría café, pero me lo he terminado. 

Bajo la mirada a mi taza vacía y Enzo suelta una pequeña carcajada. 

—Hay más en la parte superior del armario, alejado de Larry. Ya sabes que la cafeína no le sienta nada bien. 

Cambiamos las posiciones. Yo me siento y él se levanta a por el café, pero acaba haciendo dos tazas, una para mí y otra para él. 

—¿Te ha cundido? —Lanza una mirada hacia los apuntes que tengo encima del mármol.

—Sí, pero aún faltan algunos puntos por repasar, así que...

—Jess —me interrumpe con los labios apretados en una fina línea. Está más serio que de costumbre—. No es sano lo que estás haciendo, florecilla. Tienes que parar, bajar una marcha, cariño. ¿Por qué no vamos a dar una vuelta? ¿O a cenar algo? Casi no has probado bocado esta noche. 

—No puedo, Enzo. Tengo que asumir que estas son mis consecuencias de no haber estudiado durante el año. 

Chasquea la lengua en desacuerdo a lo que estoy diciendo. Atrapa un mechón de pelo y juguetea con él tratando de entenderme. 

—¿Por qué eres tan dura contigo misma, florecilla? 

Trago saliva con fuerza desviando la mirada de sus penetrantes ojos. Es muy jodido asumir tus miedos en voz alta y más cuando son comunes porque lo mismo que el pasa a Enzo sobre el hielo, me pasa a mí en los estudias. 

—Porque no quiero fracasar, porque tengo la necesidad de ser como tú eres en la pista. No tengo ojeadores detrás, pero sí una familia a la que impresionar. Muchas veces mis notas son la única manera de llamar la atención —termino casi en un susurro porque mis propias palabras se clavan en mi corazón. 

Esta es otra cosa que no sabía nadie, ni si quiera Maddie y me alegro de no habérselo contado porque podría haberlo usado en mi contra muy fácilmente. Enzo coloca sus dedos bajo mi barbilla para que mirarlo a los ojos. 

—¿Tus padres saben lo de tu proyecto? 

—Rara vez hablo con mi padre y mi madre está demasiado ocupada con sus clases de yoga y pilates. Nunca les he contado nada porque sé que no le darán la importancia que para mí tiene. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora