4. Poder en mis manos.

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Jess

Llevo una hora delante del ordenador. Nunca he tenido problemas de concentración y mucho menos de escritura. ¿Por qué me cuesta tanto redactar esta maldita reseña? El libro me ha encantado por completo, me ha hecho olvidarme estos últimos días del ambiente tenso de la Rivalry y he llorado como una magdalena por la noche. ¿Por qué no me salen las palabras?

Cierro el portátil enfadada conmigo misma. La puerta del apartamento se abre y entra Maddie con la compra. Estamos a domingo y siempre hacemos la compra hoy para no tener que ir al supermercado durante la semana. Deja las bolsas encima de la mesa y resopla.

―Todo el mundo va a hacer la compra los domingos. Es horrible, creo que deberíamos cambiar nuestra técnica ― abre la nevera y coge una botella de agua. Parece la Maddie de antes y mi sonrisa se ensancha más. Hemos conseguido arreglar las cosas aunque yo no sea partidaria de que salga con Mike.

―Podemos comprar los sábados ― sugiero.

Maddie asiente con la cabeza para después empezar a sacar la compra. Dejo el portátil a un lado y la ayudo. Colocamos las cosas entre comentarios triviales. Hablamos un poco de las clases, de cómo está el ambiente en la universidad y del equipo de fútbol.

―¡Ayer ganaron! Me ha dicho Mike que machacaron al otro equipo, literalmente. Uno tuvo que irse en camilla ― frunzo el ceño al escuchar sus palabras. ¿Qué narices?

―¿Se sienten orgullosos de haber mandado a un chaval al hospital? Estoy segura de que ese chico no volverá a jugar en una temporada.

―¡Un rival menos!

Abro la boca de par en par. No puede ser cierto. Maddie no habría hecho ese comentario hace un año. Ni si quiera hace unos meses. Tengo un largo trabajo por delante si quiero descubrir qué le pasa a mi amiga. Lo más probable es que sea Mike el responsable de todo esto. ¿Pero qué puedo hacer?

―¿Hacemos la cena? ― Me pregunta sujetando una masa de pizza entre sus manos.

Decido dejar de preocuparme durante esta noche por Maddie y Mike. Estamos las dos solas para disfrutar de nuestra compañía y olvidarnos de todo. Hacemos la pizza, ponemos una película de Netflix y así empieza nuestra noche de chicas. Nos vamos bastante tarde a la cama. Hemos acabado viendo las tres películas de "A todos los chicos de los que me enamoré". Me gustan más los libros, pero en la pantalla tenemos a Noah Centineo, así que no me quejo.

A la mañana siguiente cuando salgo de la habitación, Maddie ya no está. No hay rastro de ella por ninguna parte. Desayuno mientras leo un par de capítulos del siguiente libro y me preparo para ir a clase. De camino a la Rivalry me llega un mensaje. ¡Tengo un nuevo paquete esperándome en la oficina de mensajería! Será otro libro más. Dibujo una sonrisa. Ese mensaje me acaba de alegrar el día.

Las clases pasan sin ningún inconveniente. La gente habla sobre algo del partido de fútbol y algunos de los diablos llevan la camiseta del equipo de hockey. Al parecer también ganaron. Subo las escaleras directa a mi última clase del día. economía avanzada. Me perdí la clase de presentación, pero esta vez llego con diez minutos de antelación. No me va a pasar lo mismo.

Me siento junto a la pared y saco el libro para releer lo que dieron la semana pasada. Oigo que alguien se para junto a mí. Levantó la mirada. No. No puede ser verdad.

―No te creo ― es lo único que puedo decir cuando veo los ojos de Enzo mirándome con una sonrisa en el rostro.

―Hola, florecilla. ¡Menuda casualidad! ― Suelta su mochila en la mesa que está junto a mí y se sienta.

―¿De verdad tienes que sentarte aquí? ¡Y deja de llamarme así! ― Le hablo molesta. Su mera presencia de engreído me pone de mal humor.

―No deberías haberme dicho eso, ahora que sé que te molesta, no pararé.

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora