26. Fotografía.

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Enzo

Ignorarla es lo más difícil que he hecho en las últimas semanas, ni un partido de hockey me ha hecho sentir como me siento ahora. Traicionado. Utilizado. ¿De verdad me he tragado hasta la última de sus mentiras? Siempre parecía tan convencida de lo que decía, tan dedicada a sacar a Maddie de la relación tóxica que tenía y tan dispuesta a acabar con Mike. No esperaba verla en la pista de hielo y no dirigirle la palabra ha surtido efecto porque se ha ido. 

Cojo el stick con fuerza y me preparo para lanzar de nuevo los disco que he colocado en diferentes puntos de la pista de hielo. Tiro el primero que se cuela por la parte superior de la portería. Genial. Lanzo los otros dos y cuando me coloco frente al último escucho la puerta de la pista de hielo abrirse. No me refiero a la principal que da al recinto, sino a la que da literalmente al hielo. 

Alzo la mirada y veo unas piernas temblorosas sobre unos patines demasiado grandes acercarse con lentitud. ¿Qué coño está haciendo? Jess fija la mirada en el hielo para concentrarse y no perder el equilibrio. 

―¿Has cogido material del equipo? ―Pregunto enfadado. 

No le basta con jugar conmigo, también tiene que jugar con nuestro material que sabe todo el esfuerzo que nos ha costado. 

―No me voy a dar por vencida, Enzo. Vas a hablar conmigo te guste o no. 

¿De verdad lo cree? Se va a enterar la niña rica de quién es de verdad Enzo Hunter. Y no me refiero al Enzo que ella está acostumbrada a ver. Va a conocer mi otra cara. Espero a que patine hasta mí y cuando está a un par de metros, doy media vuelta y patino con rapidez hasta la otra punta de la pista. La miro para ver su reacción. Me lanza una mirada furtiva y vuelve a patinar hacia mí. 

Desde fuera tiene que ser ridículo ver a Jess intentando acercarse a mí y yo huyendo de ella. Sé que yo no seré el primero en rendirme porque estoy acostumbrado a estar con patines, al frío del hielo y tengo mucha paciencia aunque no lo parezca. Cuando llevamos varias vueltas por la pista de hielo, Jess se cruza de brazos en el centro mirándome fijamente. Tiene las mejillas sonrosadas, respira con dificultad y tiene los ojos brillantes. 

"No dejes que se cuele dentro de ti. Te ha demostrado la clase de persona que es". Intento repetir estas palabras varias veces para no ceder. 

―¿Puedes decirme, por favor, qué os he hecho? ¿Qué te he hecho a ti? Pensaba que había quedado claro de parte de quién estoy. 

Son esas últimas palabras las que me provocan una irónica carcajada. Esa va a ser la única reacción que obtenga de mí porque no pienso hablar con ella. Ya he malgastado mi tiempo. Sigo patinando, pero esta vez dando vueltas a su alrededor. 

―¿Sabes qué? Siempre supe qué clase de persona eras. Parecías alguien maduro que sabe lo que quiere, pero eres un crío que solo se preocupa de sí mismo ―alza la voz todo lo que puede para que la oiga. Me acerco a ella con rapidez y freno en seco justo antes de llegar a ella. ―¡Ah!

Se lleva una mano al pecho del susto y se separa un poco de mí al verme tan serio. 

―¿Qué pasa? ¿Te ha dolido lo que te he dicho? Las verdades a veces pueden ser crueles. 

Oh. Eso sí que no. 

―¿Sabes cuál es la única verdad? 

Traga saliva con fuerza antes de negar con la cabeza. 

―Que eres una mentirosa, Jess ―frunce el ceño una vez más y a mi me desespera que actúe como si no hubiera roto nunca un plato. Introduzco la mano en mi bolsillo derecho y saco la fotografía para enseñársela―. Espero que no te atrevas a negar que no eres tú. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora