Jess
Llegamos a Cleveland justo a tiempo para comer. Después de las confesiones de Enzo, volvimos a ponernos en marcha para no demorarnos más tiempo. Él ha hecho como si no hubiera pasado nada, pero yo no puedo pensar en otra cosa que no sea a Enzo culpándose por haberse alejado de su hermano con el fin de ir a la universidad.
Hay veces que la vida es demasiado injusta. Para conseguir una cosa, necesitas deshacerte de otra. No es exactamente deshacerse, pero sí que la pierdes de manera temporal y tras la situación que han debido pasar en esta casa, es lógico que Dylan se sintiera traicionado. Enzo no me ha hablado mucho de su familia y, por lo poco que me ha contado, puedo asegurar que no ha tenido una infancia fácil.
Aparca el coche junto a una pequeña casa. Digo pequeña porque comparado a las casas que hay en mi ciudad, esto parece un apartamento. Sin embargo, cuenta con un jardín delantero muy bien cuidado, un par de escalones que conducen a un porche de madera y a la puerta de entrada.
Enzo baja del coche mientras yo continúo en el interior y no sé muy bien por qué. ¿Me da miedo entrar? En absoluto, estoy segura de que la madre de Enzo es tan encantadora como ella. Creo que...no, no lo creo, lo sé. Me da miedo descubrir qué es una familia de verdad y darme cuenta de que la mía no me quiere lo suficiente como para hacer el esfuerzo de pasar Acción de Gracias juntos.
—¿Vamos, florecilla? —Mi puerta se abre y Enzo me tiende la mano.
El corazón se me encoge un poco más cuando nuestras manos se unen. Quiero dejar de hacer las cosas difíciles. Lo peor que era escoger bando de manera pública ya ha pasado, así que solo hace falta dejarse llevar y lo pienso hacer en estas vacaciones.
Asiento con la cabeza mientras salgo del coche y lo rodeamos en dirección al maletero para recoger nuestras cosas. Me cuelgo la bolsa de deporte al hombro, él hace lo mismo con la suya sin soltarme la mano.
Caminamos por el césped del jardín hasta subir las escaleras y llegar a la puerta. Dos toques hacen falta para que se abra con entusiasmo. Una mujer de unos cincuenta años aparece delante de nosotros. Abro los ojos asombrada por el gran parecido que tiene con Enzo. Mismo pelo castaño oscuro, mandíbula más marcada de lo normal y unos hoyuelos que son para derretirse. Baja su mirada hacia nuestras manos y la sonrisa se le marca aún más.
-¡Cariño, has crecido!
Se lanza a los brazos de su hijo mientras Enzo deja escapar una carcajada ante el comentario de su madre.
—Mamá, no voy a crecer más, eres tú la que va perdiendo altura.
Intento no reírme, pero es inevitable. Se ve a kilómetros que bromear entre ellos es algo de lo más normal. La mujer deja de abrazarlo para mirarme a mí.
—Hola cielo, soy Becka.
Se inclina hacia mí para darme dos besos que yo recibo encantada.
—Soy Jess, muchísimas gracias por dejarme pasar las vacaciones con vosotros, de verdad.
Tengo la necesidad de hacerles saber lo importante que es para mí estar aquí y no en mi apartamento encerrada.
—No digas tonterías, cielo, no tienes que darnos las gracias. Es un placer conocer a alguna de las amigas —mira a Enzo guiñándole un ojo de manera obvia y yo escondo la sonrisa que amenaza con salir — de mi hijo. Nunca trae a nadie.
Enzo interrumpe a su madre antes de que sea demasiado tarde.
—Bueno, ya está bien, mamá. Nos morimos de hambre.
Becka se hace a un lado para dejarnos pasar. Enzo me coge de la mano de nuevo y me dirige hacia las escaleras sin enseñarme la parte de abajo primero.
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Un Pacto Con El Diablo
RomanceEn la Rivalry no hay opción. Rico o Diablo. ¿Qué pasaría si tu mejor amiga está en la relación más tóxica que existe? ¿Serías capaz de aliarte con tu peor enemigo para salvarla? Jessica lo tiene muy claro. ¿Y si tu equipo de hockey necesita desesp...