Enzo
Durante la primera parte del entrenamiento consigo estar perfectamente concentrado. El problema ha empezado cuando me he acercado al borde para hablar con Jess. Verla con mi ropa puesta ha hecho que mi entrepierna palpitara en tiempo récord. Joder, es que estaba preciosa con el pelo húmedo, mi sudadera a la altura de sus muslos y unos pantalones de chándal que le quedaban enormes. Mi cabeza hace de las suyas, empieza a imaginar sin pantalones, solamente con mi sudadera y mis dedos perdiéndose por sus largas piernas hasta encontrar su ropa interior.
Mi cuerpo choca contra la barrera sacándome de mis fantasías. Larry me ha llevado por delante adrede, lo sé porque me lanza una mirada indignado. Intento recomponerme y seguir concentrado en el juego. Tenemos que seguir ganando cada partido, no podemos bajar el ritmo. Seguimos entrenando, practicando nuestra técnica y poniendo a prueba los reflejos de nuestros porteros durante una hora más. Cuando el entrenador pita el final, estoy completamente jadeando. Hoy es uno de esos días donde lo único que quieres es meterte en la cama después del entrenamiento.
Salimos uno a uno de la pista para dirigirnos a los vestuarios. Veo a Jess junto a las gradas de pie, dudando porque no sabe si acercarse o quedarse donde está. Juguetea con sus manos incómoda. Sé que no quiere parecer insegura y que está tratando de mantener la compostura delante de nosotros. Aunque se lleve genial con Tammy y nos esté ayudando, aún no nos hemos ganado su confianza por completo. No la culpo, yo aún tampoco confío plenamente en ella.
Ya sabéis, en la Rivalry cualquiera se puede convertir en tu peor enemigo.
Decido ser yo quién da el primer paso.
―¿Te ha gustado el entrenamiento? ¿Se parece a esos libros que tú lees?
Intento reprimir la sonrisa que me sale sola cuando Jess rueda los ojos. Es algo que siempre hace cada vez que la saco de quicio.
―La ficción es mucho mejor que la realidad. Ya te gustaría a ti ser Garrett Graham.
―¿Quién narices es ese? ― Apunto mentalmente el nombre para buscarlo más tarde.
―Nadie ― sacude la cabeza como si quisiera deshacerse de sus pensamientos. Unos pensamientos que tienen que ser muy sucios porque empieza a sonrojarse sin motivo alguno―. ¿Vais a tardar mucho en cambiaros? Me gustaría ponerme mi ropa.
―Puedo traerla y te cambias en los baños. ¿Sabes dónde están?
―Sí, justo donde pusiste la mesa del merchandising.
Ha dicho "pusiste", en singular. ¿Cómo sabe que fui yo quién lo propuso? Tammy no estaba cuando estuvimos colocando la mesa, solo estábamos Larry, Jacob y yo. Ellos querían ponerla en la misma entrada o incluso en el exterior para que tuviera mayor atención, pero insistí en que no era buena idea. Lo primero porque la gente se acumularía en la entrada de la pista e iba a generar mucha confusión entre la gente que quisiera entrar y los que solamente querían echar un vistazo a las camisetas. El segundo motivo que expuse fue, precisamente, el hecho de que Jess tenía que pasar desapercibida.
Me preocupaba que los ricos entraran y armaran un escándalo en medio del partido. Larry se había metido conmigo.
―Sí, claro. Lo haces para evitar peleas con los ricos y no para asegurarte de que Jess está bien.
Esas habían sido sus palabras. En ese momento lo negué y ahora mismo, semanas más tarde, empiezo a dudar. Lo único que tengo claro ahora mismo es que Jess me vuelve loco en el buen sentido si es que se puede considerar así. Cuando ella aparece, dejo de ser racional, me convierto en otro Enzo diferente y mis sentidos se activan captando cada parte de ella. Su risa. Su olor. Su tacto. La manera que tiene de decir mi nombre y ese "que te den".
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Un Pacto Con El Diablo
RomanceEn la Rivalry no hay opción. Rico o Diablo. ¿Qué pasaría si tu mejor amiga está en la relación más tóxica que existe? ¿Serías capaz de aliarte con tu peor enemigo para salvarla? Jessica lo tiene muy claro. ¿Y si tu equipo de hockey necesita desesp...