62. Un pacto con la niña rica.

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Jess

¿Debería haber sido más inteligente? Por supuesto porque dejarse el móvil encima de la mesilla ha sido una estupidez, pero claro, quién iba a pensar que Maddie me encerraría en su habitación. Golpeo la puerta otra vez, sin ningún éxito. Maldigo los apartamentos de estudiantes con cerraduras en sus habitaciones.

―¡Arg!

Son las ocho y media de la mañana, el partido comenzará en breves. Las horas han pasado entre intentos fallidos de salidas y dolores de cabeza. He conseguido quitarme el rastro de sangre que escurría por mi cara, pero no he encontrado nada útil para limpiar la herida.

Maddie tiene un espejo de cuerpo entero frente a la cama. Me quedo parada frente a mi reflejo.

―¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Suelto una sonrisa triste pensando en absolutamente todo. No solo este momento, también el pasado. Los nervios de empezar la famosa vida universitaria. Dicen que es una etapa inolvidable, que no vuelve, pero yo no sé si he tenido la buena o la mala experiencia porque ha habido de todo, literal. Buenos y malos momentos que me han traído hasta aquí.

¿Volvería a repetirlos? Es probable que sí, porque la Jessica que está ahora mismo mirándome en el espejo ha dejado de sentir compasión por ella misma.

Ha aprendido a quererse, a luchar por sus sueños y no dejar que los niños ricos se salgan con la suya. He sacado valentía de donde pensaba que ya no había.

Bajo la mirada hacia mis muñecas, llevo la mano hacia alguna de las pulseras, en concreto la rosa de la cual ya solo queda un hilo. Me la regaló mi madre el verano pasado cuando sucedió todo lo de Joe.

―Lo hemos conseguido, ¿no? Hemos combatido a nuestros demonios.

Mi reflejo sonríe con orgullo y yo me limpio la lágrima que cae por mi mejilla. Por supuesto que lo hemos conseguido y aún nos queda la mejor parte, terminar con todo esto. Veo el tocador de Maddie reflejado justo detrás de mí. Varios frascos de colonias, brochas, gomas de pelo y horquillas están desperdigadas por encima. Lo veo claro. Horquillas y cerradura. No puede ser muy complicado.

Cojo varias de ellas y las meto en la cerradura como he visto que hacen en las películas. Mi táctica no es tan buena como pensaba. Apoyo la cabeza en la puerta desesperada. No sé qué opciones me quedan.

Todo se sume en un absoluto silencio, es sábado, nadie a estas horas está despierto en el bloque, la mayoría llegaron hace unas horas de fiesta. Lo primero que puedo distinguir son unos pasos rápidos en el pasillo del edificio. Estas paredes son de papel. Se paran en nuestra puerta y llaman. Dos toques tan sutiles que empiezo a dudar si esto es fruto de mi imaginación o no. Espero unos segundos por si vuelven a sonar, pero no ocurre nada.

Madre mía, estoy perdiendo la cabeza.

Me asomo a la ventana para comprobar qué coches están en el aparcamiento, si distingo alguno conocido o veo movimiento. Me pego al cristal y en cuanto veo a la persona salir de mi bloque de edificios, abro la ventana.

―¡Kelly! ―Grito alto, a estas alturas me da igual despertar a los demás.

Se sobresalta ante mi grito y empieza a buscarme entre las ventanas. Cuando me ve, se acerca para quedar bajo la mía.

―He estado llamando a la puerta.

―Maddie me ha encerrado, necesito que vayas a buscar a Enzo para que te dé las llaves de mi apartamento, tiene una copia.

Mira la hora del reloj, queda muy poco para que empiece el partido.

―¡No dará tiempo! Tammy ya está allí y es probable que haya entrado en los vestuarios.

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora