52. Dama Blanca.

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Enzo 

Espero en la puerta de la Rivalry hasta que entran la mayor parte de los estudiantes. No hay ni rastro de Jess por ninguna parte. He llegado antes para poder encontrarla. Necesito hablar con ella, necesito...

Joder, la necesito a mi lado. Solo han pasado dos días desde el accidente. Aunque en ningún caso lo fue. La denuncia que ha puesto la empresa de los trasteros ha hecho que investiguen el incendio y se ha declarado provocado. Obviamente. Ellos tenían dudas, pero yo no porque después de haber visto a Mike y a Peter entrando con esas dos malditas garrafas, no me quedaba ninguna duda.

Los muy cabrones se habían asegurado de no dejar ni una sola marca de su hazaña, sin embargo, todas mis huellas estaban en los bidones. Gracias al bombero que me vio nada más entrar en el pasillo, tengo una coartada, o mejor dicho, un testimonio de lo que de verdad pasó. Además contamos con la cámara de la puerta principal. 

Las del pasillo están todas calcinadas, pero la principal pudo salvarse. Se ven claramente que entran dos chicos y luego yo. Ellos sabían muy bien que estaban ahí, así que se cubrieron lo mejor que pudieron. 

―¿Todavía sigues aquí? Sabes que las faltas no son ninguna tontería y ya tienes una del día en el que me tiraron por las escaleras. 

Larry se acerca hasta mí para rodearme los hombros y dirigirme al interior. Está siendo mi cordura estos días, y para que él lo sea, creo que os podéis hacer una idea de cómo está la situación. 

Consigue distraerme durante todas las clases hasta que vamos a entrenar, haciendo bromas, vacilando con mis otros compañeros o dándome pequeños codazos para que salga de mis pensamientos porque yo solo puedo pensar ahora mismo en una única cosa. 

Recuperar a Jess. Hacerle ver que no fue culpa mía, que jamás la traicionaría y que...que de verdad la quiero. ¿Debería habérselo dicho antes? Sí. ¿Me duele que me crea capaz de incendiar su proyecto, ese por el que tanto ha luchado? También. 

Y puede que ese último pensamiento sea lo que me oprima el pecho. Pensaba que me había ganado su confianza desde el primer día, pero me equivocaba. Al parecer todo lo que había hecho por ella no había valido la pena, no había sido suficiente. 

Noto el codazo que me da Andrew en las costillas. Automáticamente le lanzo una mirada asesina, pero él alza las cejas en dirección del entrenador. Mierda, no me he enterado. 

―Disculpa, entrenador, ¿puedes repetir? 

No le pongo ninguna excusa porque no la hay. Es mejor asumir los errores que inventarse cualquier tontería.

―Jugamos contra los de Colorado. Hunter, quiero que preparares tú las jugadas, pero solo si te ves con fuerza. 

Lo pienso durante unos segundos. Puede ser la oportunidad perfecta para centrarme en mi futuro, en esa NHL y en el contrato que firmaré. Quitarme a Jess de la cabeza sería como coger aire después de haber estado los últimos dos días sin respirar. Es una gran responsabilidad, justo lo que necesito. 

―Sí, lo haré. No se preocupe, entrenador. 

Me mira unos segundos dubitativo como si no terminara de creerse mis palabras. Puedo entenderle, no estoy ni la mitad de concentrado que suelo estar. Yo también dudaría de mí mismo si estuviéramos hablando de una cosa que solo me incumbe a mí, pero no es el caso. Estamos hablando de un equipo, de unos chicos que se juegan mucho. 

―Andrew y Larry podrán echarme una mano con ello. Podremos ensayar las jugadas dos días antes para saber cómo de buenas son realmente. 

Es este último razonamiento el que hace que él asienta con la cabeza y deposite su confianza en mí. Ahora no puedo defraudarlo ni a él ni al equipo. El entrenamiento de ese día no es de mis mejores, pero consigo salvar algunas jugadas, encajar el disco en la portería y hacer algún bloqueo. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora