25. Pista de hielo.

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Jess 

Intento reprimir la sonrisa que quiere salir de mis labios cuando el partido acaba y los niños ricos han perdido. Esta vez no nos ha hecho falta robarle las zapatillas a Mike o tratar de amañar el partido porque han perdido ellos solos. Joe ha acabado sentado en el banquillo dando órdenes al propio entrenador y dirigiendo a los jugadores. Tiene el ego muy subido por jugar en la Liga Nacional. 

―¡Jess! 

Me giro al escuchar la voz de Maddie gritar mi nombre. Está junto a las gradas así que termino de bajar las escaleras para acercarme a ella. 

―¿Oye qué está pasando? Han cometido unos errores de principiantes ―finjo preocupación desarrollando más mis dotes de actriz. 

―No lo sé, Mike está muy cabreado, ha dicho algo de ir a un bar para desahogarse, pero no quiero dejarle solo. Iré con él. 

Mi cuerpo entero se alarma. Ni de coña pienso dejarla sola con él sabiendo que está cabreado. Mike es completamente impredecible. 

―¿Puedo ir con vosotros? No me apetece quedarme sola en casa. 

―¡Claro! Vendrán Peter y Joe también. 

Trago saliva con fuerza y trato de disimular el asco que me da compartir espacio con ellos dos. Nos dirigimos hacia el aparcamiento para esperarlos allí hasta que salgan de cambiarse. Maddie se pone a hablar con unas niñas ricas y yo aprovecho para mirar el móvil que ha sonado un par de veces en mitad de partido. Los desbloqueo y veo varios mensajes de Enzo. 

Enzo: Qué tal, florecilla? He oído que los niños ricos han perdido. 

Enzo: Mike debe estar muy cabreado, ten cuidado, ¿vale?

Me muerdo la mejilla por dentro conteniendo el aleteo que se ha instalado en mi estómago al leer sus mensajes. Hay alguien que se está preocupando por mí de verdad, no está fingiendo ni queriendo quedar bien. Es real. 

Jess: Tengo todo bajo control. Por lo visto no necesitamos sabotearles más para perder. Tendrías que haber visto el partido, no han dado ni una. 

 Bloqueo el móvil cuando noto que Maddie se acerca a mí y me coge del brazo para empezar a caminar. 

―Por allí vienen ―señala hacia el otro extremo del aparcamiento. 

Peter, Mike y Joe vienen hacia nosotras. Noto los ojos de Joe centrado en mí, intentando rebuscar en mi interior para encontrar mis puntos débiles. Es así como funciona, pero esta vez no le dejaré. Ya no soy la misma Jess de antes. 

―Vamos en mi coche. 

Mike ni si quiera nos pregunta, es una orden. No ha saludado a su novia, tiene los hombros más tensos de los normal y está en situación de alerta, mirando a todas partes. Madre mía, sí que está cabreado. Si ahora mismo se encuentra con algún diablo, lo golpearía hasta dejarlo inconsciente. Está lleno de rabia. 

Joe se sube al asiento del copiloto cuando llegamos al coche. Así que me toca compartir asiento trasero con Peter y Maddie. Por suerte, es mi amiga la que se sienta en el centro. Se dirigen al bar hecho a medida para los niños ricos. Está todo decorado con la equipación de la Rivalry, solo se bebe alcohol de calidad e incluso tienen habitaciones privadas que se pueden reservar. Creo que no hace falta que os explique para qué son. 

Nos sentamos en la mesa del fondo, la que queda junto al pasillo que va al baño y a las habitaciones. Me siento junto a Maddie y los chicos en frente, me quedo frente a Joe. La camarera viene a tomarnos nota y en cuanto se va, Joe me lanza la primera pregunta. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora