24. Sin remordimientos.

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Enzo 

Me muevo hacia la izquierda para cambiar de posición, pero un cuerpo me impide girar más. Abro los ojos lentamente y veo la perfecta espalda de Jess junto a mí. Las sábanas le tapan hasta la cintura y el tirante de su sujetador se ha caído de su hombro. Intento reprimir una sonrisa que amenaza con salir de mis labios al recordar la noche anterior. Joder, fue demasiado increíble como para creerlo. 

Hacía bastante tiempo que no tenía sexo con nadie, nunca llegaba más allá de unas caricias furtivas y meternos manos en algún baño de una fiesta. No me gustan los compromisos y menos ahora cuando debo tener toda la atención puesta en la liga de hockey y los ojeadores. Llegarán tarde o temprano y tengo que estar siempre preparado para cuando eso pase. 

Me acerco un poco más para notar el calor del cuerpo de Jess junto a mí. Acaricio su brazo con delicadeza y entretengo haciendo círculos. Me resulta terapéutico porque hacía meses que no tenía la cabeza completamente en blanco como ahora. Siempre tengo algo de lo que preocuparme. Siempre me han dicho que debo dejar de hacer el papel de capitán fuera del hielo, pero es imposible. Me he pasado la mayor parte de mi vida cuidando a Dylan, mi hermano, y es algo que aplico a los demás.  

Bajo la mirada hasta la cintura de Jess imaginándome cómo sería despertarme así más veces. Con ella a mi lado después de haber pasado gran parte de la noche perdidos el uno en el otro. ¿Qué ha hecho esta chica conmigo? Deposito un suave beso en su hombro y ella coge aire con fuerza, se está despertando. 

―Buenos días , florecilla ―susurro en su oído haciendo que su piel se erice automáticamente. Me encanta el efecto que mi voz tiene en ella y cada reacción de su cuerpo cuando la toco. 

―Buenos días para ti, porque yo he dormido fatal. ¿Te han dicho alguna vez lo mucho que roncas? 

Se gira para mirarme y lo primero que veo es una sonrisa que me encoge por dentro. ¿Cómo puede ser tan bonita? 

―Así que he roncado... ―deslizo mi mano por el interior de su muslo―. Que pena que no hayas descansado porque ya había hecho planes para nosotros. 

Acerco mi cara a la suya hasta que nuestras respiraciones se funden en una sola. Rozo la punta de su nariz con mis labios antes de bajar a su cuello para perderme en él. Es uno de mis lugares favoritos. Jess enreda sus dedos en mi pelo, rodea mi cintura con sus piernas y me empuja para quedar sobre mí. Joder, va a acabar conmigo. 

Me lanza una sonrisa malvada y se muerde el labio a la vez que noto las yemas de sus dedos deslizándose por mi torso. Cuando llega a la cinturilla de mis calzoncillos se detiene para hacerme sufrir un poco más porque ella es así. Capaz de matarme con una sola mirada, de hacerme perder la cabeza con una caricia y suplicarle que dé una oportunidad para lo que sea que estemos construyendo. 

―Yo también había hecho planes para nosotros ― me dice con los ojos brillantes y las mejillas sonrosadas. 

Sus manos se cuelan bajo mis calzoncillos. Abro la boja dejando escapar todo el aire que estaba conteniendo. Madre mía, esta chica es increíble. Agarro las sábanas con fuerza a medida que va aumentando el ritmo. En una sola noche ha conseguido descubrir cuáles son mis puntos débiles. Me tiene totalmente a su merced ahora mismo y no hay una mejor manera de empezar el día que esta. 

Las sábanas se enredan entre nuestras piernas. El sudor nos cubre la piel y la sensación de felicidad ha empezado a colarse en mi interior poco a poco. ¿Es esto lo que se siente cuando lo tienes todo?

―A lo mejor deberíamos ducharnos ―el dedo índice de Jess acaricia mi torso con lentitud haciéndome cerrar los ojos. 

―No vas a salir de esta cama, florecilla. Bienvenida a tu nueva casa ―agarro con más fuerza su cintura para que no se mueva. Deja soltar una carcajada antes de responder. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora