56. Cenizas de mi sueño.

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Enzo 

Hago zoom de nuevo a la fotografía. Dieciséis días han pasado ya y aún no me he acostumbrado al sentimiento de vacío que tengo dentro.  Pincho sobre su foto de perfil de instagram para ver las historias que ha subido hace cinco minutos hablando de un libro nuevo que le ha llegado. 

Conozco el sitio. Está en su apartamento y yo estoy aparcado a menos de cien metros de la puerta porque soy un cobarde que tiene miedo a perderla de nuevo. "En realidad ya la has perdido"

Bueno, esa afirmación tiene sus matices. Nos hemos dado un tiempo, nada de perdernos mutuamente, pero lo que me carcome por dentro es la inseguridad. ¿Será demasiado pronto para verla? ¿Para pedirle una cita de verdad? Sin nada de mentiras ni presiones. Además, tenía preparada una sorpresa para ella. 

―¡Disfrutad de vuestras lecturas, chicas! Y no os olvidéis del club de lectura del próximo viernes. 

Durante las vacaciones, Jess había creado un club de lectura para los amantes de la romántica y las novedades. Cada mes una editorial le mandaría una novedad para comentarla tanto en redes sociales como en ese grupo. La primera charla sería esa misma semana. Me hubiera encantado estar al lado de Jess en estas semanas para compartir la emoción de crecer en el mundo literario. Estoy tan orgulloso de todo lo que está consiguiendo, la manera tan rápida en la que ha seguido adelante y en ese brillo en sus ojos que tiene a través de la pantalla. 

Mi cuerpo tiembla con la idea de volver a verla en persona, aunque solo sea un segundo. Esto que estoy haciendo se llama masoquismo. Deslizo el dedo pulgar para cerrar la aplicación haciendo todo lo contrario y dándole "me gusta" a la historia de Jess. Menuda pillada más...

Unos dedos suenan en la ventanilla.

―¿Vas a salir algún día de ahí?

¡Joder! El móvil sale disparado por los aires y aterriza en algún lugar de la parte trasera. 

―¡Que susto! ―Me quejo girando la cabeza hacia el responsable. 

Se me olvida cómo respirar. El aire se queda atascado en mi garganta y tengo que obligarme a cerrar la boca para que no se me caiga hasta el suelo. Madre mía, está preciosa. Dieciséis días sin verla y parece que ha sido un año. Sus mejillas se han sonrosado ligeramente, la sonrisa le ilumina el rostro y su esencia está ahí. La ha recuperado. 

El corazón me da una sacudida en el pecho. Vuelve a ser la Jess de principio de curso, esa chica que tenía una contestación ingeniosa para todos, que estaba dispuesta a mover cielo y tierra por sus sueños y los de sus amigos. Esa chica que me lo doy todo y yo no supe valorarlo como se merecía. 

―¿Vas a bajar del coche? ¿Me vas a hacer subir a mí? ¿O al menos vas a bajar la ventanilla?

Se cruza de brazos indignada. Ahora recuerdo por qué me gustaba tanto hacerla de rabiar. Abro la puerta del coche y me bajo de él.

―Florecilla, deberías saber que está mal vigilar a las personas. 

―¿Perdona? Creo que eras tú quién me estaba vigilando a mí.

―Tenemos una percepción diferente de la realidad ―declaro dando un paso hacia ella. Necesito tenerla más cerca. 

―Creo que estas vacaciones se han dejado peor de lo que estabas, Enzo. Por si no lo sabes, estás en frente de mi apartamento. 

―¿En serio? ―Miro hacia los lados sorprendido como si de verdad me hubiera perdido ―. Pensaba que por aquí estaba la pista de hielo ―ironizo. 

Ella responde dándome un ligero golpe en el brazo y acercándose a mí. 

―Pi - lla - do ―pronuncia mientras pone los ojos en blanco―. Bueno qué, ¿nos vamos a saludar bien o piensas quedarte parado todo el día?

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora