55. Navidades.

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Jess 

Suelto las maletas encima de mi cama. El viaje ha sido más largo de lo que pensaba. He intentado leer un par de capítulos durante el vuelo, pero el mensaje sin leer que aparece en la pantalla cada vez que cojo el móvil se ha llevado toda mi atención. Miro las paredes de mi antigua habitación, tengo varias fotos colgadas con mi madre, con mis amigas del colegio a las que ya no he vuelto a ver y alguna con Maddie. 

Me despedí de ella esta mañana antes de marcharme. Me dijo que se quedaría con Mike unos días y después se marcharía con su familia. No hemos discutido, pero tampoco somos la amigas que éramos. Supongo que eso también es cuestión de tiempo. Los problemas no sanan de un día para otro. Requieren mucho tiempo. 

―¡Mi niña! ―La puerta de mi habitación se abre y yo espero a mi madre, que me abrace como cuando era una niña, pero la que aparece es Teressa, nuestra cocinera. 

No sé el efecto que tiene en mí, quizás sea el cariño de su voz, la sonrisa tan bonita que le ha iluminado el rostro al verme o ese vínculo que he forjado con ella desde niña, las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas. 

―Os he echado mucho de menos ―le digo cuando nos abrazamos. Ella lo hace fuerte, como si tratara de protegerme envolviendo todo mi cuerpo. 

―Y nosotros a ti, eres la alegría de la casa, todo se ha vuelto más aburrido. Venga, vamos a comer que estarás hambrienta, he hecho tu pasta favorita. 

Empiezo a salivar al recordar lo bien que cocina Teressa. Dejo mi habitación atrás y bajamos hasta la zona de la cocina. Me costó mucho convencer a mi madre de que prefería comer en la cocina con Teressa y algunos trabajadores más, a comer sola en el salón mientras me servían. Llegamos al acuerdo de que comería en la cocina cuando no estuviera mi padre en casa. 

―Tienes muchas que contarme, empezando por el día de Acción de Gracias ―me sienta en una esquina donde ya están preparados el playo y los cubiertos. Deja una cacerola en medio de la mesa para que me sirva lo que quiera y al destaparla sonrío. Le ha echado muchísimo queso como a mí me gusta. 

―¿No comes tú?

―He comido antes porque tu madre necesitaba que le planchara unas camisas antes de irse. 

Dejo de servirme la pasta para mirar a Teressa con el ceño fruncido. 

―¿Irse a dónde? 

―París, tú padre le ha regalado dos billetes para estas navidades. ¿No te ha dicho nada?

―¿No van a pasar aquí las navidades? ―Pregunto desilusionada. Pensé que después de Acción de Gracias tendrían ganas de pasar estas fiestas juntos, puede que mi padre vaya un poco más por libre, pero mi madre...

―Me temo que no, cariño. Puedes venirte conmigo, ya sabes que mis niños estarán encantados de tenerte por allí. 

Niego inmediatamente con la cabeza. No quiero causar más molestias de las que ya he causado viniendo aquí.

―¿Estás aquí solamente por mí, Teressa? Avisé a mi madre y le dije exactamente el día y la hora a la que llegaba. Te ha mandado para que no estuviera sola, ¿verdad? 

No quiere reconocerlo, pero la mirada cargada de pena que me lanza es lo único que necesito para confirmarlo. Me levanto de inmediato sin probar bocado. 

―Debería irme, no sé ni por qué he venido si mis padres no van a estar. 

Empiezo a subir las escaleras, pero Teressa me detiene. 

―No tienes que pasar las vacaciones sola, mi niña. Puedes venirte conmigo o...ya sabes... ―me guiña un ojo y no sé muy bien cómo interpretar eso. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora