36. Cama compartida.

1.4K 57 10
                                    

Jess 

Nunca había descubierto el significado de la familia, ese sentimiento de estar apegado a tus padres o a tus hermanos. Preocuparse por ellos, reír durante las cenas y hacer planes los fines de semana. Siempre habíamos sido mi madre y yo, y cuando mi padre entraba en escena, yo pasaba a un segundo plano y me criaba con los empleados que tenían contratados. Por eso, esta noche al oír la voz de Teressa, nuestra cocinera, se me han caído unas cuantas lágrimas de emoción. 

—No sabes cuánto me alegro por ti, preciosa. Siempre he sabido que llegarías a conseguir grandes cosas. 

Esas habían sido sus palabras al contarle mis planes de futuro y el proyecto en el que estaba trabajando. Aún quedaba mucho por delante, pero ya me podía imaginar montando mi propio negocio. 

—Pasa una buena noche con tu familia, Teressa, por aquí te echo mucho de menos. 

—Igualmente, cariño. 

Enzo había tenido razón en insistirme para que la llamara. Al final había sido como mi segunda madre y siempre la estaría agradecida por haberme educado tan bien. 

Y ahora estoy sentada junto a mi novio y su familia. Todavía no me puedo creer que hayamos dado el paso a ser sinceros y decir lo que realmente queremos. En verdad, no quiero que se acaben estas pequeñas vacaciones porque cuando volvamos a la Rivalry se romperá la burbuja de tranquilidad que estamos formando aquí.

—Las galletas te han quedado buenísimas, Jess —Becka la saborea como si fuera una delicia única en el mundo. 

Dylan también las prueba y asiento con la cabeza. No ha hablado mucho esta noche, pero el hecho de que se haya quedado y comportado bien ya supone un gran avance. La cena ha transcurrido sin nada reseñable, han estado contando anécdotas de la infancia y las travesuras que hacían. Se ve desde fuera que los tres han estado muy unidos. Espero que vuelva a ser lo que era antes porque Enzo tiene un brillo nuevo en los ojos y no es por mí, es por su familia. 

Me encanta verlo tan relajado y despreocupado. Dylan y Becka son muy importantes para él. 

—¿Ya hemos terminado la cena o hay más postres? Es que me están esperando —Dy se lleva una mano a la nuca dubitativo. Creo que se está arrepintiendo de haber quedado con sus amigos por el buen ambiente que tenemos ahora en casa. 

—Tranquilo, hijo, puedes irte, además yo también he quedado con un amigo. 

Enzo gira la cabeza en dirección a su madre y eleva las cejas haciéndola de rabiar. 

—No me mires así, vamos solamente a tomar algo —se excusa Becka—. Además, imagino que querréis estar solos —ahora es ella quien le guiña un ojo a su hijo y sonría de manera pícara. 

Yo empiezo a notar cómo suben los colores por mis mejillas y me limito a recoger la mesa. Dylan se ríe antes de dirigirse a la cocina con varios platos. Su madre lo mira con disimulo y relaja los hombros. Para ella tampoco ha debido de ser fácil aguantar el comportamiento de su hijo durante los últimos años. 

En cuanto metemos los platos al lavavajillas y guardamos las sobras de la cena en el frigorífico, se marchan dejándonos a Enzo y a mí solos en la cocina. 

—Veo que has hablado con tu hermano —me acerco a él y deposito un beso sobre su hombro—. Ha cambiado un montón de actitud. 

—Sí y ha sido gracias a ti, florecilla —me pasa un brazo por encima de los hombros para atraerme más a él. 

—No digas tonterías. 

—Y tú no te quites méritos. El otro día me enseñaste a dejarme ayudar y ha merecido la pena. Eres maravillosa, Jess, nunca dejes que te digan lo contrario. 

Un Pacto Con El DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora