Capítulo 30

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Ese día era especial porque Julieta y Apolinar, traerían consigo a sus hijos. Después de meses y arduas batallas contra la burocracia del sistema, y con un poquito de ayuda por parte del Juez Corona, pudieron convertirse en padres de dos criaturas: un niño de meses y una niña de dos años, ambos hermanitos.

Alex, Leo y Esperanza chapoteaban en la piscina en los brazos de sus hermanos, tíos y padres. Los bebés tenían claramente unos pequeños flotadores. Y Refugio sabía que todos los que se encontraban metidos en el agua eran responsables y que a los niños no les pasaría nada.

Entró a la casa y fue en busca de Julián que se había ausentado por unos breves momentos. Su voz saliendo del despacho la guio hasta ahí. La puerta estaba semi abierta por lo que entró sin llamar.

—De acuerdo, Andrés. Mándalo todo al correo y en cuanto pueda lo reviso -sonrió a su esposa cuando la vio y le hizo un gesto para que lo esperara- No me pasaré por los juzgados, sino hasta el lunes.

Refugio lo contempló brevemente, Julián ya no se pasaba la mayor parte del día en las oficinas de los juzgados iba por la mañana o por la tarde dependiendo del día. Aunque si la situación lo requería si retomaba su horario habitual. Sospechaba a qué podría deberse el cambio, pero no tenía certeza.

Lo escucho cerrar la llamada y se quedaron observándose unos segundos.

—No quería interrumpir

—No lo has hecho -la tranquilizó- ¿Qué quieres preguntarme?

Julián la conocía lo suficiente para saber qué en esos momentos algo rondaba por su mente.

—Has delegado tu trabajo y de cierta manera me preocupa -admitió- tomó la mano que su esposo le extendía y fue a parar a su regazo, Julián se había sentado llevándola consigo.

— Crees que voy a echártelo en cara -afirmó mirándola sorprendido- Antes de conocerte vivía para mí trabajo, lo hacía porque no tenía a nadie con quien compartir mi tiempo. Y para no ahogarme en la soledad me mataba trabajando.

La abrazó reconfortándola, mientras sus labios se detenían en su sien. —Pero ahora tengo otras cosas por las que vivir. Una esposa, una bebé preciosa, dos hijos adolescentes. Una familia numerosa. Esos espacios vacíos se fueron llenando. Mi trabajo es importante, si. Pero jamás te echaría en cara nada. Además, Alex crece a pasos agigantados y no me quiero perder nada. Ustedes son mi prioridad ahora.

—Julián tú no eres de este mundo -murmuró mientras acariciaba su mejillas-

—Te dije que quería ser el hombre que tú te merecías. Un buen padre para Alex.

—Y lo eres. Un padre excepcional, un marido entregado y devoto. Un amigo incondicional.

—Sabes como subirle el ego a alguien -Acomodó sus cabellos tras la oreja dándole una sutil caricia-

Lo beso demostrándole todo el amor que le tenía y Julián le correspondió de la misma manera.

—Gracias por lo que has hecho por Julieta y Polo -dijo tiempo después mientras enfrentaba su mirada-

— Y según tú ¿Qué es lo que he hecho?

—Ir a hablar con la jueza, y no lo niegues que te han visto salir de la dependencia.

—Y si te digo que me encontraba por ahí porque necesitaba información sobre un caso.

—No te creería porque no es tu área de trabajo.

Le sonrió como confirmando que estaba en lo cierto sobre sus cuestionamientos. Refugio lo miró interrogante esperando que admitiera lo que sabía.

—Una pequeña charla que aceleró los trámites de adopción -admitió por fin- y nada fuera de la ley.

Tiempo de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora