Capítulo 37

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Solo dos personas le daban el último adiós a aquella mujer, su hija y su yerno ambos vestidos de riguroso negro, veían como el féretro tocaba el fondo. El sacerdote terminó el responso con una plegaria pidiendo por el alma de la mujer y luego se despidió de la pareja.

El corazón de Refugio dolía porque esperaba de cierta manera tener más tiempo con su madre, pero se sentía en paz porque se habían dicho lo mucho que se querían, y esas últimas palabras de su madre las iba atesorar toda su vida.

Por unos instantes un deja vu la golpeó y se vio nuevamente en ese cementerio, pero despidiendo a Iván. Se aferró más a Julián, quien no tardó en apretarla más contra sí. Ella elevó mentalmente otra plegaria por su madre. Miró brevemente a su marido, se separó de él y caminó por entre las tumbas para dirigirse a donde se hallaba Iván.

Julián la siguió despacio, la vio arrodillarse frente a otra tumba, sospechaba de quien podía ser, por eso le dio espacio para que pudiera despedirse. Pero eso sí estaba muy atento a su mujer.

El paso del tiempo no perdonaba y a pesar de que los Moreno se jactaban de tener dinero, la sepultura de Iván estaba en completo abandono, apenas si se notaba el nombre y las fechas.

Ella no había podido despedirse del amor de su juventud en su momento, y tampoco después porque Baldomero le había prohibido acercarse al cementerio.

Se abandonó al llanto y en silencio le agradeció a Iván por el hijo que habían concebido, por los momentos bonitos que tuvieron en su juventud. Besó su palma y luego la llevó sobre el nombre del hombre.

— Después de todo este tiempo y aun no puedes olvidarte de ese infeliz -La voz de Baldomero era una mezcla de irritación y burla-

Refugio se levantó para enfrentarse a su ex que a leguas se notaba que estaba un poco tomado, y Julian no tardó en acercarse a ella. Ambos hombres se estudiaron.

—Eres un desgraciado -Refugio abofeteó a Baldomero, pues en su mente tenía presente lo que le había contado su madre- eres un canalla, sinvergüenza y vividor.

Julián se puso entre Baldomero y Refugio, cuando este último intentó devolverle el golpe a su mujer.

—Y cobarde -la voz de Julián tenía una advertencia-

—¿Tú quién eres? -lo enfrentó Baldomero- esto es entre mi mujer y yo.

—Soy su marido.

— ¿De verdad? pues déjame advertirte que Refugio no es capaz de amar, porque todavía tiene en su corazón al imbécil de Moreno -escupió sobre la tumba- ni siquiera sabe darle placer a un hombre.

Si antes fue un bofetón, Baldomero sintió el derechazo de Julián en el mismo lugar que Refugio le había marcado los dedos.

—Vete, Baldomero. Mi madre está muerta, y tu ya no vas a poder seguir malgastando su pensión. -sujeto del brazo a Julián para que no siguiera-

—¿Qué pensabas? que me iba a hacer cargo de tu madre, cuando tu te dabas la gran vida -se frotó el mentón- Y tu y yo ya nos volveremos a ver -advirtió a Julián antes de irse-

—Qué tipo más desagradable -flexiono los dedos de su mano derecha-

*CIUDAD DE MÉXICO 11 a.m* -Departamento de Paola

Los labios rojos de la mujer tocaron el borde de la copa para beber el líquido burbujeante. Saboreo la bebida, que le sabía a gloria. Lázaro también la imito. Ambos estaban satisfechos.

—Ya podemos festejar la victoria -anunció el hombre sonriente-

—Poco a poco, Lázaro -le quitó la copa y se sentó a horcajadas sobre él- Le dimos el primer golpe a Julián. Solo de imaginarme cómo se va a poner cuando se entere me llevaba a una especie de éxtasis.

Tiempo de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora