La misma rutina que en el país anterior. Por el día dedicarse a disfrutar de recorrer la ciudad y admirar su arquitectura, absorber sus colores, sus olores. Emocionarse con cada rincón, pero sobre todo gozar de su tiempo en pareja.
La torre Eiffel, los campos Elíseos, pasear por el Sena, El arco del triunfo, el museo de Louvre y allí, Refugio por fin pudo conocer aquel cuadro tan famoso: La Gioconda de Leonardo da Vinci.
El palacio de Versalles y sus jardines cada lugar mágico fue testigo del amor que se profesaban. Por las noches salían a cenar y disfrutaban de los espectáculos de Jazz..
Aquel día se levantaron muy temprano, desayunaron y se dirigieron a la catedral de Notre Dame. El edificio de arte gótico le quitó el aliento a Refugio cuando se detuvo frente a el para admirar. La fachada con sus tres entradas era magnífica, los vitrales en esos patrones coloridos eran impresionantes. Y esas pequeñas estatuas de gárgolas que custodiaban desde lo más alto embellecían aún más la arquitectura. A pesar de ser temprano muchos turistas ya se encontraban en la calle sacándose foto con la catedral de fondo. Y el paisaje nevado le daban magia al lugar
—Lamentablemente no podemos entrar por los trabajos de restauración que se siguen realizando después del incendio -La voz de su marido la sacó del trance en que se encontraba- Pero aun así Notre Dame no pierde su grandeza.
—Hay tanta paz aquí, no se es como si mi alma estuviera inmersa en un sueño.- alternando su mirada entre Julián y la catedral- Gracias, Mi amor. Gracias por compartir esto conmigo.
—Siempre. Desde ahora en adelante, lo que me reste de vida voy a dedicar cada segundo a hacerte feliz. Si pudiera darte hasta la luna lo haría, Refugio. -como una promesa- Aquí, ahora y ante Notre Dame vuelvo a decirte si, a unir mi vida a la tuya, a elegirte como mi compañera.
—Yo también te vuelvo a decir si -con lágrimas de emoción rodando por sus mejillas- No te pido la luna, ni las estrellas ni el cielo. Solo quiero tu amor, tu sinceridad, tu fidelidad. Lo bueno y lo malo.
Y con Notre Dame y algunos turistas como testigos sellaron aquella promesa con un beso. Algunos aplausos no se hicieron esperar. Se quedaron abrazados por unos momentos más en silencio contemplando la estructura imponente de la catedral.
Después Julián la guio calle abajo para seguir conociendo la ciudad. Mientras iba de la mano de su marido Refugio cada tanto volteaba a ver la iglesia, agradeciendo en sus pensamientos por todo lo bueno que le estaba ocurriendo.
Se detuvieron en una esquina donde un pequeño grupo deleitaba a los transeúntes con una melodía de Jazz. Julián la atrajo hacia él la hizo girar y se pusieron a bailar en medio de la multitud que se había congregado. Refugio aunque avergonzada no pudo más que sonreír y seguir el ritmo que Julián marcaba, jugando con esa complicidad que surgía.
La boina que Refugio llevaba horas antes siguiendo un look parisino fueron reemplazadas por unas orejas de ratón. y Si, porque a Julián se le ocurrió la brillante idea de visitar el parque de Disney de París. En esos momentos su alma de niños afloraba con cada personaje que aparecían ante ellos, disfrutaron de cada atracción y por supuesto que también compraron regalos para llevar a su regreso.
De regreso al hotel rebosaban de felicidad, el día había sido maravilloso. Refugio atesoraba cada momento y Julián no podría sentirse más feliz de regalarle a aquella mujer tiempo de felicidad, porque a su vez él también estaba reviviendo después de mucho tiempo.
Siguiente destino; Italia, Roma. Ahí se dividieron los días para conocer la mayor parte del país. Primero la capital donde conocieron El Coliseo, El foro romano, El Panteón, la Fuente de Trevi y Plaza Navona. Siguieron excursionando por la ciudad del vaticano donde caminaron por la Plaza de San Pedro y su Basílica, La Capilla Sixtina donde se maravillaron con la obra mayor de Miguel Ángel: El Juicio Final.
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Tiempo de Amor
FanfictieUna cartera perdida hace más de veinte años asociada con el destino hicieron lo suyo. Una invitación a tomar café sello el camino de dos almas predestinadas a encontrarse.