Capítulo 65

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 Las horas con Julieta se le hacían pocas por eso disfrutaba cada segundo de estar con su amiga y hermana. Las charlas y risas con ella aligeraban sus preocupaciones.

Lucero llegó al poco tiempo aunque su rostro se notaba un tanto cansado, la sonrisa no le faltaba a la muchacha.

—Esta si da mucha lata -dijo señalando su barriga- no ha parado de moverse en todo el día.

—Pues como su mamá -manifestó Julieta en un cierto tono de reproche-

— Siéntate, Lucero -pidió Refugio luego de tocarle su barriga- pues será porque es niña, porque recuerdo que Alex también daba mucha lata -recordó con una sonrisa-

—Yo creo que sí porque con Leo no fue tan así. -sonrió- Aprovecho para contarles que junto a Leonarda, la esposa de Silvestre iniciamos con las ventas de cosméticos, de hecho ya hemos tenido nuestra primera venta.

—Felicidades, Lucero. Me da mucho gusto por ti.

—Me alegro mucho hija, pero no te olvides que debes descansar.

—Ni se preocupen. Leonarda también está embarazada así que ya hemos armado nuestros cronogramas y esas cosas.

La emoción de Lucero al hablar de su emprendimiento era contagiosa. A Refugio le emocionaba ver tan animada a su nuera, quien a fin de cuentas también era como una hija para ella.

La seriedad abandonó el rostro de Julián, sonrió al ver al grupo de mujeres en la entrada de la casa, miró el ramo de rosas que traía...debía improvisar.

—Bendito soy entre las mujeres -manifestó sonriente- Julieta, Lucero que agradable sorpresa.

—Hola, Julián. Cómo tienes encerrada a la reina en el castillo- bromeó Julieta con un deje de voz serio, pero divertido a la vez- tenemos que venir nosotras a rescatarla del temible dragón.

— ¿Dragón? No, no te han contado mal la historia. Aquí vive un noble caballero quien fue hechizado para amar y servir a esta bella hechicera -declaró dándole un beso a Refugio en la comisura de los labios- y también, tiene un poquito de magia -finalizó entregando a cada una un pequeño ramo de flores-

Todo aquello emocionó a Lucero que con el embarazo se ponía sensible por casi cualquier cosa.

—Gracias, Julián...y que bonito que se exprese así de Refugio, se nota cuánto la quiere.

Julián la abrazó entendiendo las emociones de la muchacha, la patada de su próxima nieta les sacó una sonrisa a ambos.

*******

En lo que las niñas se dedicaban a hacer la tarea, ella preparaba café para llevárselo a Julián. Lo había notado tenso al llegar aunque trató de disimularlo, conocía a su esposo y sabía que algo lo estaba molestando.

—Iré al despacho, ustedes sigan con sus deberes luego los corregimos -anunció a las niñas-

No se había equivocado en su percepción, el juez sentado tras su escritorio estaba con los codos sobre la mesa y su cara entre sus manos.

—¿Vas a compartir eso que te preocupa conmigo? -preguntó con voz calma, dejando sobre el escritorio la taza- ¿Qué sucede, mi amor?

—Ven -pidió tomando su mano-

Julián se sentó sobre el sillón y a Refugio sobre sus piernas. Ella lo contempló en tanto sus dedos trazaban caricias por la mejilla de él.

—Sea lo que sea dímelo -pidió- junto lo afrontaremos.

El juez estaba agotado, irritado, frustrado. Las cosas no estaban saliendo como lo habían planeado, que el ministerio dudara de la veracidad de su testimonio era un indicio de ella, quizás subestimo demasiado a sus enemigos o aun dentro de los juzgados existían partidarios de Ulloa. No quería involucrar a Refugio más de lo que ya estaba. Sin embargo, sería citada para declarar. No existia nada irregular o que tuvieran que esconder, pero no le agradaba para nada el giro de la causa.

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