EPíLOGO

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Hola! Esta partecita me ha quedado suelta, asi que se las comparto y espero les guste. Y tambien porque me cuesta mucho aun soltar a Refugio y Julián, pero esta vez si ya es el final al menos para esta historia. 


— Amor ¿has visto mi cartera?

Julián Corona dirigió sus pasos hacia el jardín buscando a su esposa. Refugio que lo había oído camino a su encuentro.

— En tu despacho junto a tu maletín -vociferó - para tu próximo cumpleaños debería regalarte una con correa -bromeo risueña-

Ambos se encontraron a medio camino, Julián deleitando sus pupilas al contemplar enamorado a su esposa.

— En realidad sabía dónde la dejé, solo que necesitaba escucharte, verte y tenerte para mi...estoy celoso de esas dichosas plantas -declaró entrelazando sus manos en la cintura de su mujer- no te he dicho cuanto te amo hoy.

Ella correspondió al beso que Julián iniciaba abandonandose a la seducción de su esposo correspondió gustosa a aquel asalto.

— Las plantas requieren atención, y tú la tienes de sobra así que deja de quejarte.¿Tienes que ir a dar clases?

— No. Tengo el día libre para pasarlo todo el día contigo... en la cama. -finalizó en un susurro-

— Julián - reprendió con una sonrisa-

— Si no puedo seducirte, al menos acompáñame a tomar un café mientras elegimos nuestro próximo destino -pidió con un tono de derrota-

Hizo una mueca al frenar el coche frente a la casa. A tientas buscó la mochila en el asiento del acompañante, chasqueó la lengua cuando sus libros fueron a dar bajo el asiento.

Resopló haciendo volar sus flequillos mientras salía del vehículo. Sus ojos grises se entrecerraron al ver el nuevo rayon que le había hecho a la pintura del auto, uno más se dijo bufando.

Escuchar la risa de la mujer que habitaba en aquella casa levantó su ánimo. Sin hacer mucho ruido abrió lentamente la puerta de entrada para espiar...una sonrisa brotó de sus labios al observar a sus papás uno al lado del otro en el sillón. Su papá tenía la laptop sobre sus piernas y le señalaba algo a su madre que tenía recostada la cabeza en el hombro masculino.

Se emocionó al verla animada porque desde la precipitada muerte de Edmundo, su madre había estado en un eterno duelo. Y ella lo entendía, con el trágico suceso había perdido a uno de sus hermanos. Mundo había dado su vida para acabar con el cartel de los hermanos mayores. Lo único que lamentaba era no haber hecho las paces con él. Al menos se consolaba estrechando lazos con sus sobrinos, Leonardo y Emma.

— Por favor que no se esten besuqueando -repitió una y otra vez en voz alta mientras ingresaba a la casa-

— Creo que tendré que cambiar la cerradura -manifestó Julián en broma-

— O podrías darme la llave de su departamento, asi no tendrian que sufrir mis constantes interrupciones -planteó-

— Más quisieras, Alexandra.

— Bueno, pero que se traen ustedes dos -amonestó Refugio-

— Hola, Mamita chula -alabo Alex sentándose en medio de sus padres- cada día estás más guapa. Y no nos hagas caso, sabes que papá me adora porque soy su princesa consentida.

Julián no pudo más que negar sonriente mientras abrazaba a esas dos personas que habían cambiado su vida. En algo debía darle la razón a Alex, y era que, con el transcurrir de los años Refugio embellecia más y más.

Tiempo de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora