Capítulo 58

517 34 15
                                    

Lázaro se movió en el momento exacto que Rómulo arrojaba una figura contra el espejo colgado en la pared. El vidrio se hizo añicos desparramandose por la sala.

—Ese imbécil de Baldomero. Solo una cosa tenía que hacer, una cosa -gritó colérico arrojando cuanto objeto encontrara en su camino- ¿Qué hace? llevar el reloj de Julián como un trofeo. Y ahora pretende que vaya a visitarlo.

Efectivamente el reloj que portaba Baldomero al momento de la detención era el del Juez Corona, reconocible para sus familiares por la marca que Alex infundió en el objeto.

—Eso no prueba nada -intentó tranquilizarlo Lázaro- Baldomero bien puede decir que se lo compró a alguien.

—No digas estupideces, Lázaro. Sabes tan bien como yo que las autoridades no van a aceptar semejante idiotez. No, van a querer cerrar el caso a lo grande. Yo no pienso volver a prisión.

—¿Qué tienes en mente?

—Los accidentes ocurren en todos lados, siempre -murmuró pensativo girando el vaso de whisky- ya sabemos como son las cosas en las prisiones ¿No?

—Puedo sugerirte que antes de que tomes cualquier decisión, intentes escuchar lo que quiere decirte.

—Estas loco si piensas que voy a ir a visitarlo, eso sería como demostrar mi autoría. -se giró para mirar a su acompañante- En mi lugar vas a ir tú. Después de todo tu reputación no se verá afectada. Eso sí, quiero que le dejes bien claro a ese infeliz que con Rómulo Ancira no se juega.

******

Refugio jugueteo con los anillos de su dedo anular cerró los ojos queriendo evitar las lágrimas, pero era imposible detenerlas. Sabía que debía continuar por Alex y Esperanza, ser fuerte por ellas, pero no podía. Algunos días como aquel el dolor se le hacía insoportable. Solo quería cerrar los ojos, dejar que el desconsuelo la consumiera.

Estaba siendo injusta y lo sabía porque no era la única que sufría por la ausencia de Julián. En su autocompasión dejó de lado muchas cosas, entre ellas hacerse cargo de las niñas. Los mellizos y Nacho eran los que se mantenían firme en ese aspecto llevando a cargo labores que le correspondía a ella. Su hijo menor se había trasladado a vivir con ellos.

No podía seguir así a pesar del dolor tenía que continuar.

—Orale, Muñecas a ponerse el uniforme que tenemos chamba en el taller -pedía pacientemente, Nacho-

—No, tío Nacho. Queremos quedarnos aquí.

—Si, Nachito. Mamá está triste y nos necesita.

Escuchar esas palabras la hicieron detenerse por unos momentos para tragarse las lágrimas y demostrarle a las niñas que se encontraba bien.

—No es necesario que se queden. Julieta vendrá dentro de un rato. Además, ustedes acordaron con Nacho y Chelito que los ayudarian en todo -manifesto serenamente, aunque su voz por momentos se tornaba ronca por el llanto contenido-

—Ya escucharon a la jefa.

Alex y Petita observaron a Refugio, luego asintieron a regañadientes. Pero antes de ir a cambiarse advirtieron.

—Iremos, Ma. Pero Nala se queda contigo.

—SI, mamá Cuquita. No dudes en llamar si te sientes mal, nosotras vendremos.

Les dio un beso a cada una sonriendo y las vio subir apresuradas las escaleras.

—Gracias, Nacho -susurro-

—Ni falta hace, Jefa. -Nacho la abrazo reconfortandola- Se que es difícil, pero debes reponerte, jefa. Al paisano no le hubiera gustado verte así. Y tus ojitos también sufren las consecuencias.

Tiempo de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora