Capítulo 32

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Con llorar no solucionaba nada, lo que necesitaba era hablar con su marido. Respiro profundo mientras se secaba las lágrimas. Se decidió darle unos minutos más a Julián para que él también pudiera calmarse.

El monitor de la bebé no había emitido ningún sonido , al menos Alex no se había despertado con el ruido de la puerta. De igual manera fue a la habitación de su hija. Su niña estaba profundamente dormida.

Bajo lentamente las escaleras, la claridad del despacho le indicó que ahí se encontraba su marido. Julián estaba en el sofá, pensativo con la mirada perdida.

— ¿Podemos hablar? -titubeo en la puerta esperando la confirmación o negación-

Julián se frotó el rostro cuando oyó la voz de su esposa, asintió y le hizo un gesto para que se sentara con él. — ¿Se despertó Alex?

—No. Duerme profundamente. -Inclinó levemente la cabeza para verlo mejor-

— Te habrás dado cuenta que no soy tan perfecto como crees. Lamento la reacción de hace unos momentos. -La observó dándose cuenta que había llorado y se sintió mal por ser el causante de esas lágrimas-

— No voy a justificarme porque es cierto que debí haber inventado una excusa para irnos. Pero eso no cambia el hecho de que me guardara lo que sucedió. No iba a exponernos a un enfrentamiento. ¿Qué hubieras hecho? ¿Golpear a Lázaro?

—Si, es lo que hubiera hecho -admitió con voz segura-

— Eso era lo que me temía.

— No estoy enojado contigo, sino conmigo. Porque tuve indicios de que no te sentías cómoda con Lázaro. Cuándo le quitaste la mano antes de que la besara -explicó- no creas que no me doy cuenta de las cosas.

Sus miradas se encontraron y en ellas se reflejaba todo el amor y el cariño que se tenían.

— No me gusta que llores y mucho menos si es por mi culpa -rozó con sus dedos la mejilla femenina- Discúlpame.

—Discúlpame tu a mi.

Las manos de Julián la tomaron para sentarla sobre su regazo, se estremeció cuando sintió el ligero beso sobre su cuello y la barba de su marido haciéndole cosquillas.

— No quiero que nada influya en nuestra relación, en nuestro matrimonio. No permitamos que terceros dañen esto tan bonito que construimos.

Aquello sonaba como una súplica en labios de su marido, pero lo cierto es que, era como una especie de pacto, de acuerdo. Refugio no podía negar lo evidente, y que sus discusiones empezaban por influencia de otras personas o de una en concreto la ex mujer de Julián y ahora se le sumaba el amigo o ex amigo.

—Estoy de acuerdo contigo. Prométeme algo, Julián. No vas a tomar medidas contra Lazaro, a lo que me refiero es que no vas a ir a los golpes.

—Te lo prometo. Nada me daría más gusto que partirle la cara, pero con la violencia no solucionamos nada –la voz un tanto irritada por no poder realizar lo que consideraba necesario-

—Entonces, señoría. Con las cosas claras, creo que es hora de irnos a la cama -se levantó y le tendió la mano-

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Con su apariencia impoluta, Julián recorría los pasillos de los juzgados hacia su oficina, su maletín a cuestas y por supuesto que Andrés le seguía los pasos. El juez iba preparado para enfrentar a la persona que lo esperaba en su despacho. Antes de entrar le pidió a su ayudante que le diera 20 minutos de margen, pasado ese tiempo y si la persona que lo estaba esperando en su oficina no salía, él debía entrar a interrumpir.

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