Capítulo 31

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Se apretaba las manos en señal de nerviosismo, su mirada fija en la ventanilla viendo como el auto rodaba por las calles acercándose cada vez más a su destino.

Julián la miraba de tanto en tanto preocupado porque Refugio iba sumida en sus pensamientos desde que salieron de la casa, incluso antes había rehuido a la pregunta que le había hecho.

—Todavía estamos a tiempo de cancelar la cita -rompió el silencio esperando la respuesta- si no te sientes cómoda.

Aquella era la oportunidad de detenerlo todo, de pedirle a Julián que volvieran a la casa y confesarle lo que había presenciado. Se llevó la mano a la sien dándose un ligero masaje, su cabeza palpitaba por la tensión acumulada y no era bueno para ella. Se acobardó.

—Está bien, Julián. No podemos hacerles un desplante. Son tus amigos después de todo.

—No los considero así -Admitió el juez- éramos compañeros en la universidad, estudiábamos juntos y de vez en cuando salíamos a divertirnos, pero decir que éramos amigos...sobre todo después de no verlos y de perder contacto.

— Sabes si ...- se calló brevemente poniendo en sus pensamientos la pregunta antes de lanzarla- bueno. ¿Paola estuvo interesada en alguien más a parte de ti, digo. Cuando estudiaban?

La miró de soslayo arqueando una ceja en un gesto interrogativo por aquella pregunta ¿A qué venía eso? El semáforo hizo detener la marcha del coche por lo que Julián pudo estudiarla detenidamente. Pero Refugio estaba como ida.

—Refugio

El ruido del claxon, lo hizo maldecir retomo nuevamente el camino.

—¿ A qué se debe tu pregunta? -indago. Ahí estaba pasando algo raro y tenía que averiguarlo-

—Curiosidad. No sé, quiero llegar sabiendo algo de tu época de estudios.

— Y el interés que Paola pudo llegar a tener en otros hombres antes que yo, es lo que más curiosidad te causa. Discúlpame si dudo de tu justificación. A ti te pasa algo y no quieres decírmelo. ¿Volvemos a las desconfianzas?

—No. por supuesto que no -Suspiró con pesar mientras recostaba su cabeza en el respaldo y cerraba los ojos- olvídalo, por favor.

—Te voy a conceder un descanso. Cenaremos, charlaremos y cuando regresamos a la casa me darás tu testimonio. -su tono de voz serio como la que utilizaba en los juzgados-

—Vaya. Pensé que al Juez lo dejabas en la oficina.

— Reaparece cuando tiene ante sí a una mujer que esquiva sus preguntas, y se defiende con argumentos que no corresponden, lo que lo lleva a sospechar que es culpable de algo o que oculta algo.

— ¿Y si me encuentras culpable?

— Tendré que estudiar que sentencia puedo darte. ¿Lo eres?

—Lo decidirás tú -concedió abatida-

Caminaron con las manos entrelazadas hasta llegar al umbral de aquella casa. El camino de entrada bordeado de arbustos con flores. La edificación de enormes dimensiones pensada para abarcar a una familia de muchos integrantes se fundía con grandes árboles que la custodiaban. El portón de acceso ya daba un parámetro, ahí se respiraba dinero y los inquilinos no se cortaban en hacerlo notar.

La asistenta los recibió en la entrada, y luego los acompañó hacia la sala donde Diana y Lázaro los estaban esperando. Aunque ambos parecían tranquilos había cierta tensión en el aire.

Un apretón de manos por parte de los hombres y un beso fallido en el dorso de la mano de Refugio, el gesto la asqueó y quitó su mano antes de que los labios de Lázaro rozaran su piel. Si Julián lo noto no le dijo nada.

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