Capítulo 33

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La entrada a la cruz roja era un caos, el accidente había sido en cadena así que las víctimas fueron y aún seguían siendo trasladadas a ese hospital. Fuera la lluvia torrencial no daba tregua.

Refugio apresuró sus pasos, sus lágrimas se mezclaban con las ligeras gotas de lluvia que tocaron su rostro. La sala de espera bullía de gente, rostros angustiados, llorosos, de incredulidad se mezclaban con gritos y voces elevadas que pedían información. Divisó el rostro que buscaba estaba casi en un rincón.

— ¿Te han dicho algo? - La pregunta hizo reaccionar al hombre que estaba ensimismado-

Julián parpadeo en cuanto vio a Refugio frente a él, la encerró en un abrazo mientras intentaba serenarse. Las manos de su mujer no tardaron en acariciarle la espalda en un gesto de consuelo.

–Esto es un caos -murmuró sobre la sien de Refugio- Nos han pedido paciencia porque los médicos no dan abasto...el auto quedó destrozado.

La voz de su marido se quebró después de eso, lo sintió temblar levemente. Refugio apretó más su brazo en torno a él.

—Rebeca va a estar bien, mi amor -susurro-

— Debiste quedarte con Alex. El clima no da respiro y es peligroso.

—Patricio me trajo, de hecho está buscando un lugar donde estacionar. Alex está al cuidado de Nacho. Creí conveniente que se llevarán a la niña a la vecindad porque también Julieta estará al pendiente de ella, Tú me necesitas en estos momentos.

— SI -admitió- contigo aquí puedo sobrellevar la espera.

Julián la estrechó nuevamente contra sí, necesitaba el abrazo de Refugio, solo en brazos de su mujer se sentía en calma.

Roberto entró agitado tiempo después, su ropa prácticamente mojada. Reconoció a su padre en medio de aquellos rostros y se acercó a él.

—¿Papá te han dicho algo? -preguntó casi sin respiración con la voz temblorosa-

—Nada aun.

—El auto estaba...

El muchacho se dejó caer a los brazos de Refugio mientras las lágrimas brotaban de sus ojos, los brazos de Julián encerraron al dúo. Sabía lo que pensaba su hijo, de hecho él también temía a las noticias que traería el médico. Por las condiciones en que el auto había quedado por lógica se debía suponer que no existieran sobrevivientes.

— Estás empapado, mi vida...

—No me pidas que vaya a cambiarme, Refugio. -se molesto con la mujer de su padre, pero bajó la vista avergonzado cuando se dio cuenta de la forma en que le hablo- Lo lamento.

—No iba a pedirte que te fueras. Solo que vayas hasta el baño a quitarte la camiseta mojada y te pusieras encima la chamarra de tu padre - le acarició levemente el brazo y puso en sus manos la chamarra de Julián-

—Refugio tiene razón. Si sigues con esa ropa podrías enfermar.

La pareja observó el andar apresurado del muchacho. —No tengas en cuenta la forma en que te hablo -Pidió Julián-

—Está olvidado, mi amor -lo tranquilizó- ¿Has avisado a Paola?

—Le deje un mensaje, su celular lo debe tener apagado.

Cuando Roberto regresó no lo hizo solo, con él venía una pareja. El rostro de ambos cargados de preocupación, la mujer con lágrimas contenidas.

—Papá, Refugio. Ellos son los padres de Sebastián, el novio de Rebeca. Él iba manejando. -murmuró lo último por lo bajo. -Julián y Refugio les estrecharon la mano. Esa noticia era algo que Refugio se esperaba y si le ponía rostro al joven diría que era el compañero de la muchacha que había ido a la casa

Tiempo de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora