Capítulo 35

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Julián rebusco entre sus documentos el caso de Rómulo, tenía una copia del expediente y varias anotaciones que había hecho en su momento. No sabía cuánto tiempo le quedaba antes de que todo estallara, pero necesitaba estar prevenido.

—Mi amor -Refugio con un semblante preocupado fue al encuentro de su marido- me tomé el atrevimiento de llamar a Patricio, él también de saber sobre esto.

Julián le tomó la mano y la atrajo contra él, encerrándola en un abrazo tranquilizador.

—Suceda lo que suceda no voy a dejar que nada les pase a ti, a Alex o a cualquiera de tus hijos.

—No temo por mí, sino por ti, Patricio y Esperanza. Ese hombre es demasiado vengativo.

—No nos precipitemos ¿De acuerdo? veremos qué noticia tiene Andrés y actuaremos de acuerdo a eso. -Le dio un suave beso y sonrió-

—Iré a preparar café. Será mejor que subas a cambiarte, no creo que Andrés esté acostumbrado a verte en esas fachas.

Julián se observó y se dio cuenta que aun estaba con el pijama, encogió los hombros y le regaló una sonrisa.

—Estoy en mi casa, no creo que le resulte extraño la vestimenta.

— Andrés ya me tiene inquina, pensara que te llevo por mal camino. -farfulló mientras se dirigía a la cocina-

—Momento, Refugio -Julian la detuvo antes de que se fuera- ¿mi ayudante te ha dicho o hecho algo?

—NO. Pero la primera y única vez que fui a buscarte, cuando iniciamos la relación no es que le agradara mucho que estuviera por ahí. Y también se mostró un poco arisco cuando le pedí la llave de tu casa, me la dio al final pero...

Salió sin decirle más nada, no quería agregar más problemas a su marido. Además, a Andrés no le veía casi nunca y a ella sí le agradaba el ayudante del juez. El timbre le hizo cambiar de dirección, se acercó a la puerta y Esperanza se arrojó a sus brazos nada más verla.

—Hola, Mi vida -le dio un beso a la niña y a Patricio-

—Parece que alguien te extraño -observó Patricio. Esperanza se aferraba a su abuela y emitió un grito cuando vio a Julián-

El juez se acercó sonriente a los recién llegados, la niña automáticamente le tendió los brazos para que la cargara y él no tardó en hacerlo.

—Princesa cuánto has crecido. Hola, Patricio -Le estrechó la mano que el muchacho le tendió-

—-Hombre no puedo tomarte en serio con esas fachas, cada vez que te cruce en los juzgados me acordaré que vi al juez corona en pijamas.

Andrés llegó tiempo después, Julián ya estaba vestido con ropa informal, a la ayudante le parecía extraño ver al juez en esas situaciones, pues su jefe se había vuelto más hogareño y en esos momentos tenía en brazos a la nieta de Refugio.

—Buenos días -el ayudante hizo un gesto con aquel saludo general-

—Será mejor que hablen en tu despacho, Julián. Yo me quedo con Esperanza.

—No será necesario, es mejor que hablemos aquí ya que a todos nos interesa el mismo tema. Andrés, toma asiento, por favor -pidió-

Patricio traía consigo la bandeja con la jarra y las tazas para el café, saludo al recién llegado. Comenzó a servir aquel brebaje, y luego se sentó junto a su madre.

—Andrés, se que te resulta extraño que citará aquí, pero al menos hasta que se recupere mi hija no pisare los juzgados.

—Entiendo, Señoría.

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